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Además de la ayuda médica es también muy importante el apoyo de la familia o de los que conviven con el interesado. Dicho todo esto parece que el obeso es un convidado de piedra en el problema. Nada más lejos de la realidad. El verdadero agente terapéutico es él. Todos los citados más arriba no hacen más que aconsejar, ayudar, apoyar y estimular. Y todo eso no vale para nada, si el interesado no está firmemente dispuesto a adelgazar. Hay que hacerle saber que no puede echar la culpa de lo que le pasa a otra persona. Puede que él tampoco sea el responsable, pero una de dos: o es él o no es nadie.
El tratamiento es muy sencillo y muy complicado. Muy sencillo porque, como decía Marañón, consiste en comer la mitad y andar el doble. Y muy complicado porque en los hábitos alimentarios y de conducta intervienen mucho los problemas de ansiedad, angustia, frustración, constitución física, metabolismo y otros que desconocemos.
Lo que nadie puede dejar de hacer es intentarlo de verdad y pedir ayuda y consejo a los profesionales médicos.
Los que tratan de adelgazar, incluso los que no comen de más, deben reducir la cantidad de alimentos que toman, pero manteniéndose en plenas condiciones físicas y psíquicas, aunque esto suponga aceptar cierto sobrepeso. Obtener el peso ideal casi nunca es lo correcto. Se debe tener en cuenta la constitución física de cada individuo para saber entre qué márgenes debe mantener su peso. Todas las personas de una misma estatura y edad no tienen un mismo peso idóneo. Cada uno tiene que valorar, junto con su médico, cuál debe ser su peso adecuado, dentro de un margen de 5 kg. por lo menos.
Cuanto mayor es el exceso de peso, más largo será el camino para recorrer. Habrá avances y retrocesos, pero no hay que desesperar. La familia y el médico tienen que tener paciencia y, lógicamente, el interesado más.
El cuerpo, el de todos, para conseguir energía suplementaria de su propio organismo, coge lo que tiene más a mano y es más fácil y rápido de obtener y, oh casualidad, no son las grasas.
Con un balance negativo de 1.000 calorías día, en una semana se pierden 7.000 calorías. Si fueran de tejido adiposo, supondrían la pérdida de 1 kg. de grasa. Pero como primero se echa mano a las proteínas y luego a los hidratos de carbono, la pérdida de peso será 5 Kg. Esto es mucho más que el kilo que se hubiera perdido de haber quemado sólo grasa. Pero de esos 5 kg. perdidos, ¡qué pena!, sólo 500 gramos son de grasa. A partir de la segunda semana se empieza a perder grasa en mucha mayor proporción.
La finalidad del tratamiento no es un número de días sino un número de kilos, y el mantenimiento, dentro de unos márgenes, del peso conseguido.
Con una dieta de menor aporte calórico a la que estábamos acostumbrados vamos perdiendo unos kilos. Pero llega un momento en que se dejamos de perder peso.
No quiere decir que la dieta haya dejado de funcionar sino que ya no es lo suficientemente escasa para seguir perdiendo peso. Si yo pesaba 100 kg. antes de la dieta, y con ella bajo hasta los 80 kg. y no sigo perdiendo peso, quiere decir que he seguido el régimen adecuado para llegar a 80 kg. Si necesito perder algún kilo más, tendré que bajar un poco más la ración.
Todo esto es cierto, pero no sólo esto. La entrada de combustible influye en llenar más o menos el depósito, pero también influye la cantidad de este combustible que se queme. Hay que hacer ejercicio para quemar calorías y encontrarse progresivamente en mejor forma física. Si uno se encuentra ágil, si ve que la pérdida de peso le hace sentirse mejor, continuará con el esfuerzo.
Pero el ejercicio es fundamental para la salud. Un obeso en forma tendrá mejor salud que otro con peso normal y sedentario. n
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