El malestar tiene mucho que ver con la incapacidad de imaginar un futuro que sea realizable y con la falta de certezas sobre lo que ocurrirá mañana, según explica Javier Padilla. Ante esto, la primera pulsión de la sociedad parece ser la patologización de ese malestar, ya sea por la vía de la terapia o del psicofármaco. “Una opción alternativa, pero igualmente frecuente en ciertos ámbitos, es la negación de la singularidad del sufrimiento y la llamada a la politización como respuesta única posible”, sostiene. En Malestamos, Javier Padilla y Marta Carmona tratan de abordar los falsos dilemas ante los que nos enfrentamos al hablar de lo que nos pasa, mirando a las raíces del sufrimiento psíquico y planteando soluciones que no eludan la complejidad del problema. 

PERSONAL

Fecha y lugar de nacimiento: Madrid, 1983.

Formación: Médico de familia y comunidad con formación en el ámbito de la salud pública, la gestión sanitaria y la economía de la salud y filosofía. En la actualidad también es diputado de la Asamblea de Madrid por Más Madrid.

Bloguero: Durante años fue coautor del extinto blog Médico Crítico, y ahora forma parte del Colectivo Silesia, donde escribe y agita cuando y cuanto es posible.

PublicacionesSalubrismo o barbarie (2017), ¿A quién vamos a dejar morir? (2019) y es coautor de Epidemiocracia (2020) y de Malestamos.

Usted es médico de AP y la coautora psiquiatra. ¿Cuando hablan de Malestamos se refieren al mal físico, psíquico o de ambos?

Es el fruto de muchas conversaciones que juntan dos abordajes o marcos teóricos a un mismo problema, el de la salud pública, que es de donde yo vengo, y el de la psiquiatría, que es el campo de Marta. Nosotros hablamos de esa sensación de quien entremezcla la esperanza con la apatía, con el cansancio y que podría considerarse como el sentimiento de la época en la que vivimos. Porque no es solo que esa sensación la tenga una persona, sino que, de alguna manera, forma parte del ánimo social, aunque no entre en los criterios diagnósticos. No es ansiedad, no es depresión; no está dentro de los manuales médicos, pero existe. 

Cuando hablan de malestar en su libro introducen el factor social. ¿Es que el dolor puede trascender más allá de lo individual?

Cuando hablamos de este malestar y desesperanza no aludimos a una percepción que surge del yo, sino que tiene un contexto social y nace del ámbito colectivo. Por eso, las soluciones también tienen que venir de lo colectivo. En el auge del debate de la salud mental al que estamos asistiendo durante estos últimos años ha habido un exceso de respuestas muy basadas en el marco clínico, aumentando el número de psicólogos, con una mayor atención en salud mental, etc. Esto, por el déficit que existe en el sistema sanitario, es necesario, y el marco clínico puede ser útil para mucha gente. Sin embargo, no va a lograr atajar las causas de un malestar que se hunde dentro de esos ejes caracterizados por tener la sensación de que las actuales generaciones van a vivir peor que las anteriores, por vivir en un presente que nos agota física y mentalmente y por mirar hacia delante y pensar que no hay futuro.

"Nuestra sociedad será mucho mejor con una sanidad pública fuerte”

Desde que no hay confesionarios se han llenado las consultas de psiquiatras y psicólogos. ¿Habría que volver a ellos? 

Esta claro que en todas las sociedades ha habido elementos, hitos o incluso instituciones que desempeñaban un rol de confesor y que servían en muchas ocasiones para sustituir al papel que suelen tener las comunidades y los colectivos. La cuestión no es cambiar al cura por el psicólogo, ni tampoco retornar al cura. Lo que se tendría que incentivar, y las instituciones tienen un papel importante en ello, es que la gente tenga la capacidad y disponibilidad de contar con lugares donde se fomente el desarrollo de proyectos colectivos. Las sociedades lo que necesitan son infraestructuras sociales en las cuales la vida se da en comunidad, como las escuelas infantiles, los parques, los mercados de abastos, las bibliotecas… Todos los lugares en los que la pregunta que se hacen las personas no es qué hay de lo mío, sino qué hay de lo nuestro y cómo lo construimos. 

¿La clave está en los elementos cotidianos?

Hay un ejemplo muy claro, todo lo relacionado con los grupos de crianza. Cuando uno tiene una hija o un hijo se da cuenta de que existen retos para llevar a cabo esa crianza que no los va a poder resolver de forma individual. Entonces empiezan a conformarse redes de apoyo entre gente que tiene ese mismo problema y deciden solucionarlos de manera colectiva. Esto también se suele producir en otros ámbitos como en el de la defensa del patrimonio.

El médico Javier Padilla.

El médico Javier Padilla. Cristina Candel

En el libro se habla de malestar por problemas comunes, pero el mal y el buen vivir siempre van de la mano. ¿Su libro podría haberse titulado Bienestamos

En muchas ocasiones la terminología que utilizamos puede acotar en exceso la alternativa que pensamos. El uso de un término en negativo tiene que servir para buscar cuál es el positivo al que queremos referenciarnos. Y a este positivo es justo hacia el que se intenta abrir el campo de juego en el libro. Para pensar en malestar existen varias vías y la del bienestar es una de ellas; en nuestro entorno social sí que es verdad que éste tiene referencias muy cercanas a aquel estado de bienestar socialdemocráta de los 80 y de los 90, años que propiciaron una cierta impronta de la que hemos perdido gran parte en el camino. Pero no hay nada más lejano de la intención del libro que convertir al bienestar en una derrota.

Es evidente que hay un problema de falta de médicos en AP, pero escucho quejarse de este problema a personas perfectamente atendidas. ¿Se quejan por empatía, solidaridad o porque temen que en el futuro les pase a ellos?

Como sociedad debemos fomentar que la defensa de los servicios públicos no sea una cosa que atañe solo a las personas que los usan; creo que la sanidad pública nos hace mejores como sociedad. Es muy probable que las personas que la tengan que utilizar se encuentren en menor situación para defenderla porque no cuenten con sus capacidades fundamentales cubiertas para levantarse contra una injusticia; muchas están preocupados por su propia subsistencia, incluso física. Tenemos que ser muy conscientes de que nuestra sociedad será mucho mejor con una sanidad pública fuerte y hay que defenderla, independientemente de si no la usamos.

¿Quizás Malestamos porque vemos el futuro incierto y porque creemos que los poderes públicos no nos dan las herramientas para afrontar este futuro?

Esa especie de guerra del futuro está muy vinculada al problema de alternativa. Estamos viviendo en un contexto de una crisis enorme que precedió a una crisis sanitaria y luego otra económica que viene con la crisis bélica y, además, estamos metidos todos en una crisis ecológica. Hay que salir de ese relato porque aboca a la desesperanza. 

"Tenemos el imperativo moral de intentar vivir vidas satisfactorias”

¿Cuáles son los principales problemas que preocupan a la sociedad actual?

En todas las encuestas que se realizan se ve que en el grupo de población más joven su máxima preocupación no es el alza de los precios, sino la crisis ecológica. Respecto a esto hay que hacer el ejercicio que sostiene la poeta argentina Alejandra Pizarnik de que es imposible vivir siempre en estado de catástrofe. Hay que enarbolar alternativas y tenemos que ser conscientes de que a las instituciones hay que reclamarles su papel. No se trata solo de que gestionen lo posible, sino de que planteen alternativas que se lleven a cabo como las transformaciones en el ámbito de lo urbano, de las relaciones con el trabajo, la crianza, etc.

¿Tiene algo que ver con el malestar colectivo social la sensación permanente de que no podemos acceder y comprar todo lo que queremos? 

Una de las cosas necesarias es que se garantice la subsistencia de todas las personas, pero el cumplimiento de nuestras aspiraciones no tiene que estar vinculado con la adquisición de la última tecnología que sale al mercado. La relación de identidad entre lo que sería felicidad y la consecución de los objetivos de consumo está muy limitada. Como algunos ámbitos vinculados con la realización y la trascendencia en el ámbito individual y colectivo se ven imposibilitados por el contexto social y económico, entonces nuestras realizaciones se derivan hacia otras situaciones y deseos como el de comprarme un coche, etc. 

En su libro hay una línea divisoria entre ambición/codicia/consumismo/aspiraciones/codicias/uso tecnológico/dependencia/disfrute/felicidad. ¿Es esto lo que buscaban?

Hemos intentado dotar a la gente de palabras y reflexiones que distinguieran el marco de la salud mental solo del marco clínico. Si hemos conseguido que algunos términos estén ahí dentro de esa reflexión ya es un éxito. Ahora mismo que está en auge el tema de la salud mental, lo que hacemos es referenciar las cosas con el diagnóstico, la serotonina, etc. Deseábamos aportar a ese debate otros términos.

¿A pesar de todo podemos aspirar a ser felices o necesitamos que nos hagan una edición génica como en el mundo feliz de Huxley?

Tenemos el imperativo moral de intentar vivir vidas lo más plenas y satisfactorias posibles e intentar, además, que dentro de ese bienestar, de esa satisfacción, se incluya también al resto de la gente. Que ellas también vivan vidas felices.