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El largo brazo de Trump

Los caudillos de la progresía no generan ya seguidores ni admiración, algo comprensible a la vista de sus limitados éxitos económicos que han convertido países otrora prósperos en lugares pobres

El largo brazo de TrumpKEN CEDENO / POOL

Es difícil encontrar un presidente norteamericano que haya generado más controversia y menos admiración internacional que Donald Trump, lo que no parece afectar a su poder para influir más que sus predecesores en el resto del hemisferio, lejos de las fronteras del país, hasta al punto de generar un movimiento conservador en todo el continente. 

La época en que los países americanos se apuntaban a revoluciones progresistas ha quedado atrás y lugares como Cuba o Venezuela tienen hoy pocos seguidores en el hemisferio, donde se extienden las corrientes conservadoras, desde países relativamente grandes como Argentina o Chile, a otros más pequeños como Ecuador, Guatemala o Costa Rica.

Los caudillos de la progresía van quedando olvidados y no generan ya ni seguidores ni admiración, algo comprensible a la vista de sus limitados éxitos económicos que han convertido a países otrora prósperos como Cuba o Venezuela en lugares extremadamente pobres, donde la población emigra para huir de la miseria o de los dictados de sus gobiernos totalitarios. 

La situación ha cambiado también en lugares con menos recursos, como El Salvador, un país que vive en buena parte de las remesas de sus emigrantes a Estados Unidos y que sigue ahora a su presidente Nayib Bukele, un hombre que instauró un sistema policial extremo para acabar con la delincuencia y construyó una prisión gigantesca que alberga a los otrora miembros de bandas criminales en condiciones muy duras.

Y el éxito de Bukele no se limita al Salvador, sino que se extiende mas allá de sus fronteras con 11 millones de seguidores en Tik Tok, una cifra superada tan solo… por Trump.

En estos momentos, solamente tienen gobiernos estables de izquierda Brasil y México, mientras que Chile ha girado a la derecha, Colombia podría cambiar de signo tras el gobierno de Gustavo Petro y Bolivia abandonó veinte años de progresía en favor de reformas centristas.

Trump no oculta su satisfacción ante estos cambios y ha apoyado de manera decisiva al régimen argentino, que recibió la mayor ayuda financiera registrada en el continente, con 20 mil millones de dólares prometidos a Buenos Aires justo en plena campaña electoral legislativa. Fue un dinero bien invertido, porque el presidente Javier Milei consiguió la victoria para su partido. 

De momento, Trump parece haber conseguido que muchos le sigan pero su influencia puede ser efímera si las condiciones de vida no mejoran en el resto del hemisferio

Para Estados Unidos, se trata de una conducta nueva: hasta ahora, los ocupantes de la Casa Blanca no demostraron una voluntad de ayudar a regímenes favorables a Washington, o de acabar con enemigos como Fidel Castro, que murió de viejo en su cama después de luchar contra Washington durante décadas, ya fuera en el hemisferio americano o en lugares distantes como África.

Y parece que Trump no ha hecho más que empezar. Al frente de la cancillería norteamericana está Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos que, si bien llegaron a Estados Unidos antes de la revolución castrista, comparten el rechazo del exilio para con el régimen de la isla, el comunismo o regímenes de izquierda en general.

Para el flamígero presidente norteamericano es difícil comprender que sus vecinos hemisféricos no sigan la línea política de Washington y parece dispuesto a demostrarles que sus intereses económicos estarían mejor protegidos si se suman a la política estadounidense.

De momento, parece haber conseguido que muchos le sigan pero su influencia puede ser efímera si las condiciones de vida no mejoran en el resto del hemisferio… o si Trump pierde los poderes de que goza hoy en Washington: en las próximas elecciones parciales dentro de once meses, la mayoría parlamentaria podría volver al Partido Demócrata y convertir al presidente en una figura decorativa y sin influencia política en los dos últimos años de su mandato.