Estados Unidos está listo para un nuevo capítulo. Estados Unidos está listo para una historia mejor. Estamos listos para una presidenta Kamala Harris”, gritaba Barack Obama en la convención demócrata del pasado agosto. Aquel día, Obama ungía a Kamala como su heredera. El primer presidente afroamericano de los Estados Unidos cedía el testigo a la probable primera presidenta mujer de la historia norteamericana. Una nueva esperanza teñía el bando demócrata, una vez Joe Biden se hacía un lado para cederle la candidatura a Kamala.
Dos meses después, aquel ímpetu e ilusión parecen haberse debilitado. Kamala suponía un nuevo comienzo para los demócratas, frente a un envejecido Joe Biden, que no solo era criticado por su clara merma física y cognitiva debido a la edad, sino por ser un político que, tras cincuenta años en primera línea, ya tenía poco que ilusionar u ofrecer. Kamala era un nuevo inicio, un fresh start, una tabula rasa en la que muchas y muchos norteamericanos veían la posibilidad de escribir un nuevo futuro brillante. Pero dos meses de campaña parecen haber sido suficiente para rebajar las expectativas generadas, al mismo tiempo que los ataques de sus contrincantes reducían su brillo inicial. Los intentos de Donald Trump de rebajar su talla política parecen haber surtido efecto. Pero, ¿realmente conocemos a Kamala Harris?
Conocer la historia personal de Kamala Harris es comprender su identidad y trayectoria política. Al igual que Obama, al que le unen muchos más lazos que el de simples compañeros de partido, Kamala es imposible de entender políticamente fuera de sus condicionantes personales. Hija de una científica hindú que emigró a los Estados Unidos para realizar una carrera científica y de un economista jamaicano que buscaba un currículum universitario, Kamala vivió sus primeros años bajo su condición de afroamericana y asiática y en el mundo intelectual y científico en la que se movían sus padres.
Mientras su madre se labraba una brillante carrera como investigadora del cáncer de mama, su padre trataba de hacerse un hueco en el panorama universitario de los años 60, algo difícil para un profesor que calificaba como “marxista” la economía que enseñaba. Sus padres formaron parte de los movimientos sociales de aquellos años tumultuosos en las universidades americanas, algo que, sin duda, marcaría la vida de la pequeña Kamala y su hermana Maya. Manifestaciones en contra de Vietnam, a favor de los derechos civiles de los afroamericanos, apoyo a gays y lesbianas…, una época de reivindicación y lucha que definió a Kamala. Tras el divorcio de sus padres, Kamala vivió con su madre, que compaginó su brillante carrera científica con la crianza de sus dos hijas. Kamala vivió aquellos convulsos años de la California de la época, una época reivindicativa en la lucha por los derechos de las distintas minorías raciales, sexuales y sociales. Incluso a la hora de ir a la universidad, Kamala optó por la universidad de Howard, una institución creada para la educación de los afroamericanos liberados tras la guerra de secesión.
En 1990 se desempeña como fiscal adjunta en el condado de Alameda (California), a la vez que empezó a introduciéndose en el ámbito político, algo usual entre los aspirantes a puestos superiores en la fiscalía, ya que en Estados Unidos los puestos de fiscal son elegidos por sufragio por las y los ciudadanos. Al mismo tiempo, su relación con uno de los políticos más importantes de la California de los 90, Willie Brown, afianzó a Kamala como una figura emergente entre los demócratas californianos. De esta manera comenzó una meteórica carrera, que la llevaría desde su puesto de fiscal de distrito al de fiscal general de California, siendo Harris la primera mujer en ocupar tal cargo en el estado.
Fue en ese período, donde se convirtió en uno de los primeros apoyos en la carrera política de un joven aspirante a senador por Chicago, Barack Obama. Harris y Obama unieron sus destinos políticos más adelante, cuando Kamala prestó su apoyo a Obama en las primarias demócratas y siendo una de sus mayores valedoras en la carrera de Obama hacia la Casa Blanca en las campañas de 2008 y 2012. Obama agradeció esta lealtad dándole el apoyo necesario a Kamala cuando la actual candidata a la presidencia dio el salto a la alta política en 2016.
Azote de Trump desde el senado
Aquel año, Kamala Harris fue elegida senadora, al mismo tiempo que su actual rival Donald Trump ganó las presidenciales convirtiéndose en presidente de los Estados Unidos. Kamala se valió de la coyuntura para, desde el Senado, pasar a ser en un verdadero azote del gobierno Trump. Este hecho resultó decisivo en las aspiraciones de Harris para su designación como candidata demócrata. Había elementos que pudieran hacer pensar que había llegado su momento para escalar la cumbre demócrata y enfrentarse a Donald Trump, pero no desde el Senado, sino en unas elecciones presidenciales.
Sin embargo, su falta de recursos económicos y los pocos apoyos concitados en el partido hicieron que desistiera de la candidatura. A pesar de ello, Biden no dudó en elegirla como vicepresidenta.
Ya como candidata presidencial en 2024, Kamala no ha dudado en proclamar las grandes banderas que jalonan su trayectoria política. En primer lugar, su ascendencia afroamericana y asiática y su apuesta por las minorías raciales. En segundo lugar, su apuesta por los derechos de las mujeres y por temas relacionados con todo lo que atañe a estas, como los derechos reproductivos. Y en tercer lugar, su apoyo a los movimientos sociales y la lucha por las causas sociales. Todo ello puede decirse que conforma la marca Kamala Harris.
Para Trump y sus legiones Kamala representa la personificación de las políticas y de la cultura woke. Por una parte, simboliza la apuesta por las minorías frente a la población blanca, junto a la permisividad frente a la inmigración, verdadero anatema para los trumpistas. Por otro lado, su opción por temas como el aborto, la apertura a la inmigración, o la ampliación de derechos de las minorías, han hecho que muchos de sus críticos la califiquen como “marxista” o “comunista”. Para muchos republicanos, Kamala personifica la extrema izquierda del partido demócrata, una punta de lanza de la cultura woke, una némesis de lo que significa el pensamiento MAGA (Make America Great Again) de los trumpistas.
Continuidad con la era Biden
Tal vez el mayor acierto de la máquina electoral de Trump sea haber logrado identificar a Kamala con el gobierno de Joe Biden. Si para muchos expertos el principal causante del inicio fulgurante de Kamala fue su frescura y representar un nuevo inicio para la política demócrata, los inteligentes ataques de Trump y sus secuaces parecen haber logrado identificar a Kamala con el “durmiente Joe” y su gobierno. Algo que según los expertos explicaría la caída que día a día va sufriendo Kamala en los sondeos.
Tampoco hay que olvidar que cierto sector del partido demócrata no apoya a Kamala. Los sectores más cercanos a los sindicatos y a los obreros industriales critican que el wokismo de Kamala haya significado el abandono de la lucha de los derechos de los trabajadores optando por los temas identitarios. Esta crítica de los apoyos laborales Joe Biden ya trató de superar con su acercamiento a sindicatos y asociaciones de trabajadores, y que Kamala Haris también ha pretendido conciliar en su campaña, con claros guiños a políticas más cercanas a los sindicatos y los trabajadores industriales.
Kamala enfrenta una recta final de una campaña que se le está haciendo demasiado larga. Sus intentos de atraer a los republicanos moderados anti-Trump parecen haber fracasado, especialmente después de su criticada entrevista en Fox Tv. Veremos si su apuesta por las minorías sociales, el aborto, el apoyo a las clases más desfavorecidas y unas políticas más abiertas respecto a la inmigración, consiguen el apoyo suficiente para llevarla a la Casa Blanca.
Figuras como Beyoncé o Taylor Swift, pueden empujar a una candidata que apura sus oportunidades en los estados bisagra, donde la disputa cada día está más reñida y en los que escasos márgenes de votos decantarán hacia que partido caen los electores en juego.
Al mismo tiempo, veremos si la apuesta del Partido Demócrata por Kamala logra reeditar la victoria de Biden hace cuatro años, marcando un nuevo hito histórico, el de la primera mujer presidenta de los Estados Unidos. Kamala parece haber sido fiel a su trayectoria vital y política, apostando todo a la carta que le ha conducido hasta donde hoy se encuentra. Veremos si esta vez también gana.
Y veremos al mismo tiempo si la apuesta demócrata por lo identitario vuelve a tener el mismo éxito que obtuvo con Obama en 2008. Entonces, Barack Obama se convirtió en el primer presidente afroamericano de la historia. Ahora, en 2024 Harris puede convertirse en la primera mujer presidenta.
Si Donald Trump vence, no solo Kamala Harris perderá su apuesta. El Partido Demócrata también perderá la suya. Lo que significará quizás una nueva hegemonía republicana para los próximos años.