Decía Golda Meir, la mítica primera ministra del estado de Israel, que “en política no hay atajos, sólo caminos duros y difíciles”. Sus palabras parecen recobrar todo el sentido viendo el callejón sin salida en el que otro primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha metido a su país en Gaza. La reciente operación de liberación de cuatro rehenes israelíes, previo a un bombardeo que masacró a más de 200 gazatíes, ilustra la incapacidad israelí de lograr sus objetivos militares más allá del ataque indiscriminado a una población civil que llevaba meses sufriendo los cohetes del ejército israelí.

Desde el brutal ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre y la posterior acción militar de las fuerzas de defensa israelíes hasta el momento actual, Israel ha sido incapaz de ir más allá de la destrucción de millares de vidas de civiles y la destrucción de las infraestructuras civiles de Gaza en su intento por acabar con la capacidad militar de Hamás. Según la ONU más de 290.000 viviendas han sido total o parcialmente destruidas, dejando sin hogar a más de la mitad de los dos millones de habitantes de Gaza. La propia ONU contabiliza más escombros en Gaza que en el frente de Ucrania. Y se estiman en más de 37.000 las víctimas mortales en lo que llevamos de guerra.

Pero a pesar de la enérgica y desproporcionada reacción de las Fuerzas de Defensa israelíes, Hamás sigue en pie, agazapada en los túneles bajo Gaza y mezclada con la población refugiada. Los intentos de Joe Biden para que Netanyahu pare la matanza y negocie un alto el fuego parece que no están teniendo éxito. Viendo la actividad diplomática de los últimos meses, parece que ha llegado la hora de pensar el futuro de Gaza y poner final a la carnicería. Los intentos de mediación internacionales auguran que ya se está preparando el escenario para una Gaza de transición. Pero, ¿cuál es el futuro que le espera a Gaza?

Muchos son los escenarios posibles. Recientemente, John Mearsheimer, en una conferencia, explicaba cuáles han sido las cuatro alternativas que los israelíes han tenido para relacionarse con los palestinos dentro de sus fronteras. La primera era el integrarlos en un estado democrático, algo que se ha evitado para que no puedan influir políticamente. La segunda era crear un estado palestino que conviviese con otro judío, siguiendo la teoría de los dos estados, pero tanto los extremistas israelíes como los más radicales de entre los palestinos siempre se han negado a reconocer el estado de su oponente. La tercera era crear un régimen de apartheid, al estilo sudafricano, que fue la alternativa que Israel utilizó en los territorios ocupados históricamente. Pero Mearsheimer avisa de que hay un cuarto escenario, el de la limpieza étnica. Y según él, eso es lo que ha intentado el actual gobierno extremista del estado de Israel con su operación militar, destrozando Gaza para empujar a los gazatíes a la emigración.

Pero este escenario ha fracasado completamente. Tras la “inundación de Al Aqsa”, la terrible masacre realizada por Hamás en territorio israelí el 7 de octubre, el gobierno de Netanyahu puso en marcha la denominada doctrina Dahiya, formulada en la guerra contra Hizbolah de 2006 por un general israelí, que consiste en una respuesta totalmente desproporcionada contra el enemigo, buscando arrasar las zonas enemigas dificultando su reconstrucción durante años. Dahiya era el nombre de una zona residencial de Beirut, arrasada en aquel conflicto.

La estrategia de destruir Gaza busca no solo acabar con Hamás y su capacidad operativa, persigue también destruir la zona. Además, como explica Mearsheimer, para los extremistas judíos supone una forma de expulsar a los gazatíes del territorio, dejando el terreno libre para futuros asentamientos judíos que poblarían de nuevo la franja y de este modo, propiciar una anexión a Israel. En definitiva, el retorno a la bíblica Judea que ansían los extremistas judíos. Pero parece que los planes de los halcones han fracasado.

Por un lado, la población no se ha ido, y continúa resistiéndose a salir y dejar su tierra. Por otro, Hamás parece haber tenido éxito en su estrategia militar. Parece claro que el objetivo del ataque del 7 de octubre era generar el mayor dolor posible a los israelíes, de la manera más atroz que se pudiese, esperando la reacción más brutal del Estado de Israel. Sin duda este objetivo lo ha logrado Hamás. Después, cuando los tanques israelíes han entrado en la franja; a través de sus túneles, Hamás ha practicado una guerra de guerrillas que parece estar logrando que los israelíes no puedan acabar con ellos. Mezclados con la población, difícil parece que las fuerzas militares sean capaces de acabar con Hamás sobre el terreno. Ante este impasse, ¿qué es lo que puede ocurrir en un futuro?

Masacre de Israel en Gaza para liberar a cuatro rehenes EFE

Escenarios para Gaza

Varios son los escenarios que se plantean para la Gaza del futuro. El primero, una ocupación militar que recuerda el pasado reciente. En 2005, Ariel Sharon decidió abandonar Gaza en manos de los gazatíes, sacando a las fuerzas militares y a los colonos de allí. Sharon optó por salir de aquella franja que no causaba más que bajas y dolores de cabeza al ejército. Volver a la situación anterior a 2005 significaría un nuevo control militar de la zona, con ataques continuos, bajas, y una gran inversión de seguridad por todo el territorio. Un desgaste continuo que parece dudoso que el gobierno israelí quiera asumir tanto económica como militarmente.

La segunda opción que se baraja implica utilizar a la Autoridad Palestina en la ecuación. La idea es que Al Fatah, el partido que gobierna en Cisjordania y que apuesta por las vías pacíficas y negociadas, se haga cargo de la franja. En 2005, tras la marcha de los israelíes, Hamás acabó con Al Fatah en una terrible guerra civil entre facciones palestinas. Parece difícil que Al Fatah quiera volver a ese escenario y menos de la mano del enemigo israelí, sobre todo cuando Hamás ha vuelto a erigirse en la vanguardia de la resistencia a los israelíes. Esta opción podría significar la muerte política de una Al Fatah que, incluso en su feudo de Cisjordania, cada vez es más contestada por su propia población.

Otro escenario posible sería la cesión de la zona al control de gobiernos moderados del mundo árabe, como los Emiratos Árabes, Egipto o Catar. Aquí también los problemas pueden ser muy grandes para los protagonistas. Las potencias árabes, haciéndose cargo de Gaza, después de que firmaran los acuerdos de Abrahán con Netanyahu, perderían aún más legitimidad ante su opinión pública, además de que esta participación en el control de la franja podría servir para legitimar todavía más a los movimientos islamistas que tratan de derrocar a las monarquías de los petrodólares del golfo pérsico.

Los intentos de Biden de lograr un alto el fuego y abrir un proceso de paz no dejan lugar a dudas sobre las intenciones norteamericanas. El presidente americano quiere evitar la escalada en la zona, ya que no desea tener que desviar recursos del escenario que realmente le importa, el Pacífico y el estrecho de Taiwán.

Un gasto enorme

Sin olvidar el gasto enorme a todos los niveles que está suponiendo sostener a Ucrania frente a Rusia. Antony Blinken, secretario de Estado norteamericano, ha explicado que no aceptarán ni el desplazamiento de la población, ni un gobierno de Hamás. Lo que algunos expertos apuntan es que los Estados Unidos barajarían una combinación de gobierno encabezado por la Autoridad Palestina respaldada económica y militarmente por los países árabes aliados de los Estados Unidos. Una apuesta que no parece tan fácil de llevar a la realidad.

Otros autores apuntan a que quizás Netanyahu ya tenga una idea sobre la nueva Gaza. Su escenario futuro combinaría la ecuación militar junto a asentamientos de colonos. Por una parte, se concentraría a la población gazatí en ciertos núcleos urbanos, rodeados y monitorizados por bases y sistemas de seguridad del ejército, que principalmente vigilarían y protegerían los asentamientos de colonos judíos que se establecerían en las zonas agrícolas de Gaza. El objetivo sería continuar la estrategia de los extremista judíos en Cisjordania, que tratan de poblar las tierras palestinas con colonos judíos en asentamientos, colonias que la propia ONU califica de ilegales, esperando algún día alterar la balanza demográfica de Cisjordania hacia el lado judío.

Algunos niños caminan por los escombros tras un ataque israelí en Rafah. EFE

Alto coste económico y de bajas

Este escenario implicaría un alto coste económico, pero también a nivel de bajas para el ejército. Pero, al mismo tiempo, serviría a Netanyahu para calmar a sus socios extremistas del gobierno, que estarían encantados de impulsar asentamientos colonos por toda Gaza. Una estrategia, además, que permitiría cambiar el paisaje demográfico de la zona y, quién sabe, una futura anexión de una Gaza de mayoría judía al estado de Israel.

Muchos son los escenarios que se abren para los próximos meses. Lo que está claro es que el gobierno Netanyahu debe empezar a pensar en el futuro de una zona devastada, a la que le va a ser difícil hacer volver a la normalidad, tras los meses continuos de muertes y heridos en el lado de los civiles. Una barbarie que sin duda aumentará el odio hacia el estado de Israel y que engordará las listas de voluntarios para formar parte de Hamás y los demás grupos extremistas palestinos. Veremos si Netanyahu, todo un superviviente de la política israelí, es capaz de salir airoso del callejón al que ha metido a su país.