El 1 de enero de 1959, Fidel Castro entraba en Santiago de Cuba, dando inicio a una nueva era para Cuba. En el parque Céspedes, Fidel proclamaba: “la Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”. Más de 60 años después, la Revolución que empezó aquel primero de enero parece no haber llegado a culminarse, es más, comienzan a aparecer señales de alerta respecto a su futuro. Las protestas populares del pasado marzo ante la cada vez más difícil situación económica de la isla empiezan a preocupar al régimen de Miguel Díaz-Canel. ¿Está la Revolución en peligro?

Las últimas denuncias del propio gobierno cubano de un futuro estallido el próximo verano orquestado por los Estados Unidos, o la decisión de no realizar el desfile del Primero de Mayo en su lugar habitual, la plaza de la Revolución, siembran dudas sobre la estabilidad de un régimen que vive su mayor crisis de legitimación desde 1959. La profunda crisis económica y energética que vive la isla desde el paso de la pandemia, junto a la imparable inflación y la falta de ciertos alimentos, han llevado al pueblo cubano a protestar en las calles. Una desafección que la investigación por corrupción de Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía, no parece aplacar.

No es la primera vez que Cuba se enfrenta a una gran crisis económica. En 1990 Cuba perdió su principal sustento económico, la URSS. Su economía se contrajo un 35%, comenzando lo que se denominó el “período especial”. Los soviéticos, principales abastecedores de bienes, materias primas y alimentos, abandonaron a sus aliados caribeños a su suerte y los Estados Unidos no aflojaron su embargo económico a la isla, otra soga al cuello para la economía cubana. Castro se vio en la necesidad de buscar nuevos socios económicos, iniciando un período de liberalización de la economía, que trató de paliar la sangría de población que buscaba un mejor futuro en Estados Unidos.

El acercamiento de Europa y Canadá sirvió a Castro para sobrevivir al colapso soviético, logrando poner en pie el sector turístico, y darle el tiempo suficiente para hallar un socio más cercano a sus postulados políticos y económicos. En 1998 Hugo Chávez consiguió ascender al poder en Venezuela, convirtiendo el país en una nueva vanguardia de la izquierda en Latinoamérica. Castro no dudó en acercarse a Chávez en busca de petróleo y materias primas, mientras que Chávez logró de Castro impregnar la revolución bolivariana del aura mítica de la revolución de los barbudos de Cuba. Quid pro quo. Una alianza que sirvió a Castro para lograr cierta estabilidad en sus últimos años.

En 2013 falleció Chávez y dejó a Nicolás Maduro un país más polarizado que, poco a poco, iría cayendo en el caos y la confrontación civil. Cuba volvió a perder a su valedor económico y en 2016 perdió al propio Castro, ya alejado de la política, pero que aún era considerado el verdadero padre de la Revolución. Su hermano, Raúl Castro, buscó de nuevo la estabilidad a través de más medidas liberalizadoras, sobre todo tras el fin de la relajación del embargo de la era Obama y la victoria de Donald Trump, quien no dudó en endurecer el embargo económico sobre la isla.

Pero fue la epidemia de covid la que puso la puntilla a la economía de la isla. La pandemia acabó con uno de los sectores económicos principales de Cuba, el turismo. Además, los servicios médicos y educativos que trabajan en el exterior y generan riqueza para el país, también se congelaron. De este modo, si la mayoría de las economías mundiales, tras el paso del covid, han logrado volver a números similares a los anteriores a la pandemia, este no ha sido el caso de Cuba. La victoria de Joe Biden, que alimentó la esperanza de un aligeramiento del embargo, al igual que la era Obama, no alteró la dureza del embargo de la época Trump. Una nueva losa sobre la economía de la isla.

La repercusión de estos factores en la vida de las y los cubanos ha sido enorme. La mayoría son incapaces de comprar productos básicos con sus sueldos. El gobierno garantiza un mínimo de alimentos a cada ciudadano, pero cada vez es menor la variedad de los productos que la administración provee a su gente. A su vez, los productos del mercado libre tienen unos precios desbocados por una inflación que no para de crecer. El pasado marzo Cuba pidió por primer vez ayuda a la ONU, sobre todo en lo referente a la leche en polvo para bebés.

La profunda crisis económica repercute también en el sector energético. La electricidad escasea y los apagones son constantes en el país, también el petróleo es cada vez más escaso. Una carencia que quedó patente en el propio funeral de Castro, cuando el vehículo que llevaba las cenizas del comandante se paró y tuvo que ser empujado por militares por las calles de Santiago de Cuba. Una imagen que simbolizaba que la Revolución, ya sin su guía, tocaba fondo. Ni siquiera eran capaces de darle el último desfile al propio Fidel Castro.

Erosión del régimen

No solo la crisis económica ha sido clave en la erosión del régimen, tampoco hay que olvidar la deslegitimación política que está sufriendo el gobierno comunista. Por primera vez en la historia de la Revolución cubana, el líder actual, Miguel Díaz-Canel, es un dirigente nacido con posterioridad a la victoria de Castro en 1959. La generación que hizo la revolución no solo ha abandonado el poder, también ha dejado huérfana de épica el relato de la Revolución. Históricamente, Fidel y su régimen han sido el refugio de la izquierda romántica de medio mundo. La Revolución, llevada a cabo por los propios cubanos, mantenía un aura de pureza que le hacía diferenciarse de la soviética y china, lo que les permitía ser medidos con distinto rasero, a pesar de ser también un régimen dictatorial de partido único.

Pero con la muerte de Fidel, la Revolución perdió a su principal figura legitimadora, aunque su sucesor, Raúl Castro, hermano de Fidel, logró mantener el carisma revolucionario. En 2019 llegó la transición con Díaz-Canel como nuevo líder. Un cuadro del partido, producto de la burocracia y las élites del PCC y al que es muy difícil encontrar aura alguna de revolucionario. Frente a él, una nueva generación de cubanas y cubanos que no ha conocido las gestas de la Revolución más que por los libros y por las historias de sus mayores y cuyas condiciones de vida y oportunidades de futuro no paran de empeorar.

En julio de 2021 las protestas estallaron, dándose las mayores manifestaciones contrarias al régimen desde 1959. Durante el covid, varios artistas lanzaron canciones contra las condiciones de vida en la isla. La escasez de medicamentos y alimentos, junto al aumento de los casos de covid, inició una oleada de protestas por la isla. La respuesta de Díaz-Canel fue clara y contundente, represión y encarcelamiento. La alternativa para los que protestaban también quedó clara. Prisión o exilio. No parece que haya otra salida hoy en día para la oposición en la isla.

Díaz-Canel, en apuros

Díaz-Canel no solo ha respondido con represión a las protestas, también ha tratado de introducir medidas liberalizadoras en sectores como el comercio. Aun así, todavía siguen siendo las remesas monetarias de los emigrantes y exiliados la principal forma de ingresos desde el extranjero. A nivel político, Díaz-Canel ha sido incapaz de introducir medidas democráticas para acallar la contestación política, utilizando únicamente la represión para silenciar las críticas. La reaparición de protestas en el país el pasado marzo, dejó a la vista la incapacidad de Díaz-Canel para enderezar el rumbo económico del país, a la vez que demostró no tener una respuesta política adecuada para la sociedad cubana, que parece no esperar ya nada más que miseria y represión de la Revolución. Mientras tanto, día a día miles de cubanas y cubanos abandonan el país, no solo con destino en los Estados Unidos, también se dirigen a otras regiones como Europa o Asia.

Sin embargo, el colapso económico parece que no tiene por qué implicar necesariamente un cambio de régimen. A pesar de que la legitimidad de la Revolución no alcanza a los actuales mandatarios, el régimen cubano lleva décadas controlando la sociedad, bien a través de los cuadros dirigentes, o bien a través del ejército, una institución con gran poder en la isla. El Partido Comunista Cubano desde hace décadas maneja los hilos de toda la vida social de la isla, manteniendo los resortes de control de la ciudadanía. Díaz-Canel parece no estar dispuesto a aflojar la represión e introducir reformas democráticas, ante la posibilidad de que la apertura política pueda poner en peligro la primacía del PCC.

Por otro lado, la oposición política al régimen está muy fraccionada y dividida. El exilio norteamericano, la oposición más potente en términos económicos y en influencia internacional, parece incapaz de generar un movimiento unitario de oposición que logre coordinarse con la oposición residente en la isla. La incapacidad de generar un movimiento unido de oposición parece un lastre difícil de superar en el camino a lograr un cambio democrático para Cuba.

Mientras, Díaz-Canel trata de mantener su régimen atacando a los Estados Unidos y razonando la situación del país achacando los males al embargo y a los sabotajes de la CIA. Con cada vez menor apoyo y con una crisis económica sin fin, muchos expertos ven en Cuba la posibilidad de un cambio. Una transición que para otros es muy difícil que se dé, ya que los comunistas cubanos no cederán ni un ápice del control total que tienen sobre el país. Lo que está claro es que la Revolución vive sus peores momentos desde aquel 1 de enero de 1959. Quizás la Revolución termine antes de haber sido culminada.