Libia conmemoró ayer con ambiente festivo el aniversario de la revolución de 2011 que derrocó al dictador Muamar Gadafi pese a un interminable proceso de transición sin que hayan podido votar todavía en elecciones presidenciales. “Lo que importa es que en febrero existe como una unidad en nuestros corazones”, expresó a Efe la maestra, Intisar Mahmoud, junto al joven Ali Abdel Salama, de 26 años, que festeja “el fin de un régimen tiránico a pesar de los problemas que ocurrieron después, repercusiones que terminarán”, confía. Mahmoud perdió a su hermano y a familiares en el conflicto armado que siguió a las protestas de aquel febrero, reprimidas con violencia y que, tras una campaña aérea de la OTAN, desembocó en la muerte de Gadafi.

Desde entonces, el poder de las milicias, la intervención extranjera con agendas y combatientes y dos guerras civiles han estancado una y otra vez el proceso de transición y el país sigue sin unificarse en una única entidad administrativa, aunque ayer compartía un mismo sentimiento.

Desde junio de 2020 Libia ha conseguido evitar un nuevo gran enfrentamiento bélico, aunque la bicefalía administrativa surgida de nuevo hace un año desembocó en combates puntuales que hicieron temer otro conflicto civil.

El Parlamento, con el apoyo del mariscal Jalifa Haftar que controla el este del país, designó al Ejecutivo paralelo de Fathi Bashaga, al considerar que el Gobierno de Unidad Nacional (UGN) de Abdelhamid Dbeibah había expirado por suspender sine die las elecciones previstas para el 24 de diciembre de 2021.

Dbeibah parece mantener el liderazgo, como último gobierno consensuado, y ambos aseguran que la única solución es celebrar elecciones, pero las bases constitucionales que deben aprobar instituciones rivales siguen sin completarse. “Superaremos esta crisis aprovechando todas las capacidades para realizar elecciones legislativas y presidenciales que acaben con la división y renueven la legitimidad”, manifestó ayer Fathi Bashaga.