Estambul. Una biblioteca, un cine, conciertos al aire libre, un dispensario médico y un ambulatorio: los indignados turcos que han ocupado el parque Gezi de Estambul para evitar su derribo han comenzado a gestionar varios servicios gratuitos. Lo que empezó como unas protestas espontáneas contra un plan urbanístico que pretendía cubrir de cemento una de las escasas zonas verdes del centro de la ciudad del Bósforo parece estar fraguando en un movimiento social sin precedentes en Turquía.
El epicentro de la revuelta en Estambul es la plaza Taksim, un lugar de gran simbología en el mundo obrero turco, y que ha quedado aislado del resto de la ciudad con barricadas de coches destruidos, vallas y adoquines.
Dentro de Taksim se encuentra Gezi, habitado por una multitud colorista en un ambiente festivo, la mayoría de ellos jóvenes, pero a donde acuden para pasear, curiosear y conocer lo que allí sucede gente de todas las edades, incluso familias enteras. Los acampados allí dicen no pertenecer a ninguna organización política y usan las redes sociales para coordinarse.
A primera vista se aprecia un especie de arcoíris de estudiantes, profesores universitarios, profesionales liberales, intelectuales y activistas. "Esto es un milagro", explica Kubilay Ece, un neurocirujano de 46 años que atiende un dispensario médico improvisado en el parque. Su equipo lo forman tres enfermeros y hay una larga lista de voluntarios que ofrecen su servicio de forma gratuita.
las farmacias donan medicinas Hombres y mujeres de todas las edades hablan con el doctor para que les haga un rápido chequeo, muchos de los pacientes son personas de mediana edad que no han tenido ningún percance por las protestas sino que tienen simplemente alguna duda sobre su salud. Todo el material del dispensario, incluida una enorme cantidad de medicamentos, ha sidodonado por farmacias de Estambul que apoyan las protestas, explica el médico. "Esto es una esperanza para Turquía, para cambiar lo que se ha hecho en los últimos años. Esta protesta es sobre la libertad, libertad para ir cogidos de la mano por las calles, para que la gente pueda besarse por la calle", explica.
Estas palabras son una censura al gobierno islamista moderado de Recep Tayyip Erdogan, del que los defensores del laicismo consideran que trata de imponer límites religiosos sobre sus vidas.
Cerca hay una biblioteca popular construida con tablas y ladrillos y con centenares de libros donados. Un trasiego continuo de gente curiosea entre los volúmenes y se lleva el que más le interesa. "Un día me puse a montar una estantería con ladrillos y tablas y de repente aparecieron muchas manos para ayudar", cuenta la psicóloga Nebay.