Donostia. Difícil aventurar cuál es la aplicación más mema del mercado de los dispositivos móviles. Entre los 2.903 millones de dólares que se están dejando este año los usuarios de smartphones y tabletas en descargarse estos programas informáticos que han revolucionado el mercado, muchos millones salen de los bolsillos de aquellos que solo quieren echarse unas risas con cualquier tontería. Apuesten por la app más absurda: un pronosticador de comidas y popós de su bebé, un medidor de alcohol en aliento (¡se sopla por el micrófono!), un sonido de chorro de agua para animar a la micción, una máquina de pedos y un imitador de voz al estilo gato, perro o burro...

Entre la escatología, el mal gusto, el absurdo y la total tomadura de pelo, los usuarios se siguen descargando chuminadas, que la mayor parte de las veces se eliminan del dispositivo móvil con la misma facilidad con la que se han instalado. Esto no es óbice para que las aplicaciones inútiles compitan en los teléfonos móviles de media humanidad con otras que se han revelado más útiles, instructivas o simplemente entretenidas, como los juegos, pero que no caen en el absurdo o en la tomadura de pelo. Las apps de juegos, herramientas y comunicaciones son las más descargadas en todo el mundo y cada día van a más, aunque en el hipersaturado mercado estadounidense la tendencia parece estancada. Por el contrario, el Estado español se sitúa en la novena posición del ranking de países con mayor número de descargas en móviles con sistema operativo Android, propiedad de Google y que está instalado en los teléfonos de Samsung y HTC, entre otros.

Según los últimos estudios, durante el año 2011 se habrán descargado 25.000 millones de aplicaciones de Google, a través de la tienda virtual Android Market y desde la App Store de iTunes, el sitio donde se venden la aplicaciones de Apple, que funcionan con el sistema operativo iOS. La progresión es más que geométrica: casi se multiplica por cuatro el número de aplicaciones que se bajaron el año pasado.

Cifras astronómicas Las cifras asustan. Los usuarios de Android Market en el Estado español se descargaron 20,4 millones de apps solo en septiembre. En ese mismo periodo iTunes proporcionó otras 21,7 millones de descargas gratuitas. Están sin contabilizar las de pago, que se bajan en mucha menor proporción. Hay mucho donde elegir: cada semana salen al mercado decenas de miles de aplicaciones nuevas y en este momento se puede elegir entre 500.000 aplicaciones de Apple y 365.000 de Android Market.

¿Y cuáles son las más demandadas? El claro vencedor del ranking de septiembre de teléfonos inteligentes es Tiny Flashlight+LED, una herramienta Android que añade la función de transformar en linterna el terminal. Le siguen las redes de comunicaciones más utilizadas del momento: WhatsApp y Facebook. En la lista de Apple, una sorpresa, la aplicación financiera de ING Direct -de cómo la economía invade hasta nuestros móviles-, seguida de los juegos de Los Pitufos y Asphalt 6, uno de carreras de coches.

En estas listas se cuelan algunas de las apps más frikis del mercado, como las aplicaciones del gato o el perro que repiten todo lo que se les dice. Utilidad, ninguna. Divertimento, cuestionable. Pero ahí están, en el Top 10, con cientos de miles de descargas.

Pero, ¿quién se encarga de diseñar estos entretenimientos? Las mismas empresas y desarrolladores informáticos particulares que se dedican a las apps más serias y descargadas. El motivo es que todas ellas son rentables, y mucho. Lo explica Gaizka Manero, doctor en Periodismo por la UPV-EHU y bloguero (http://blogs.deia.com/cavernacibernetica/): "Cada vez que te descargas una aplicación, aunque sea gratuita, es como si te quedaras enganchado a Apple o a Google. Es decir, cuantas más aplicaciones tengas de una determinada compañía, más te va a costar irte a la competencia porque lo pierdes todo. Por ese motivo, Google, Apple, Blackberry o Microsoft les dan a sus desarrolladores un porcentaje del beneficio que sacan. Por ejemplo, en diez años Apple les ha dado a sus desarrolladores más de 3.000 millones de dólares en beneficios. Es gente que vive de esto".

Desarrolladores hay de todos los tipos y tamaños. Gigantes como Rovio Mobile, la empresa finlandesa que creó el exitosísimo Angry Birds, el juego más descargado de la historia de los dispositivos móviles, con 30 millones de descargas gratuitas y doce millones de licencias vendidas para su versión premium.

ser rentable, única condición Firmas como las vascas Ideateca o Akting Engineering, más modestas pero con éxitos en su haber, las hay por miles en todo el planeta. Y muchas no tienen reparos en diseñar tanto un juego tradicional de basket o una app con la función para leer decenas de portadas de periódicos, como una aplicación para que el móvil se convierte en la espada láser de La guerra de las galaxias o tire eructos. Siempre que sea rentable, eso sí.

En teoría, nadie debería sentirse estafado por aplicaciones como el espantador de mosquitos, el medidor de radioactividad o el calculador de cerveza que hay en una birra porque, evidentemente, no funcionan. Todas las aplicaciones llevan aparejadas condiciones legales y "en la mayoría se advierte de lo que los jueces llaman el animus jocandi del juego; avisan de que se trata de un simple entretenimiento, de una broma, y tú sabrás si quieres pagar 79 céntimos por ella".

En este punto irrumpe el espinoso asunto de los contratos de privacidad. ¿Quién se ha leído el contrato de Facebook antes de generar un perfil? Pues menos aún cuando se trata de una aplicación chorra que, la mayor parte de las veces, es gratuita. Parece que no aprendemos: "No nos damos cuenta de que, según el contrato de Facebook, la mitad de todo lo que colgamos pertenece a Mark Zuckerberg. Esto funciona porque la mayor parte de la gente firmamos y nos descargamos cosas sin tener ni idea", expone Manero.

no todo son risas Aparte del lado estúpido del tema, bajarse a lo tonto aplicaciones conlleva consecuencias que pueden ser muy negativas. Como el consumo exagerado de batería y la ocupación al límite del disco duro. "Las apps comen muchos recursos y el teléfono va mucho más lento". Pero eso no es lo peor. Algunas aplicaciones de pago, cada vez que actualizas el equipo, te vuelven a cobrar. Los primeros 79 céntimos, en el caso de las más económicas, pueden abrir la puerta a más cobros. Al principio de su exitosa carrera, WhatsApp era de pago y clavaba 79 céntimos cada vez que actualizaba el software. "Si lo actualizas cincuenta veces acabas pagando una pasta. Por eso es importante saber qué tontería te estás bajando, sus condiciones y que sea gratis".

No acaba aquí la cosa. En el caso de los Android de Google, "han saltado las alarmas, porque son puerta de entrada de virus, cosa que no ocurre con Apple, que controla una por una las aplicaciones que cuelga en iTunes". Sin olvidar el espinoso tema del pirateo informático. Es conocido de sobra el affaire de las fotos de móvil robadas a la actriz Scarlett Johannson. Los investigadores consiguieron arrestar al responsable del hackeo rastreando las aplicaciones de su teléfono.

"Cuando un usuario se apunta en iTunes, tiene que registrar su número de teléfono, el SIM y el código del terminal y, si tiene que pagar, nombre, apellidos y cuenta bancaria. Puede ocurrir lo que pasó con la PlayStation Network: si los piratas informáticos rompen la barrera de seguridad y consiguen entrar en el sistema operativo de Android Market o de iTunes, hay un problema, porque tienen tus claves, tu identidad, tu domicilio y tu cuenta bancaria. Hay que usar las apps con mucho cuidado y mucha calma", es la última recomendación de Manero.