Coches eléctricos y de combustión: así es la diferencia real en su impacto ambientalRunway
Cuando alguien decide comprar su primer vehículo eléctrico, no solo piensa en el posible ahorro en combustible, en que será cómodo y silencioso o en que no estará contaminando mientras circula con él. También tendrá en consideración si dar el salto respecto a un gasolina o un diésel merece la pena en términos medioambientales, sobre todo si ‘en la ecuación’ se tienen en cuenta aspectos como la fabricación, las recargas, el mantenimiento y demás procesos que tienen lugar durante la vida útil de un modelo.
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Por suerte, cada vez son más los estudios que permiten aclarar esta duda con datos más precisos, para comprobar la huella de carbono real entre uno u otro tipo de vehículo. Si se contempla el ciclo de vida completo, parece que el coche eléctrico es más ‘responsable’ con el entorno… pero la realidad, como veremos, es algo más compleja. En este artículo contaremos lo necesario para saber si, más allá de su uso, hay aspectos de los eléctricos (como la producción de su batería e incluso de dónde se extrae la electricidad que necesita para funcionar) que pueden tener su impacto en el medioambiente.
La producción marca la comparativa (hasta un determinado momento)
Antes de nada, para llevar a cabo una comparativa que permita entender la huella de carbono de ambas formas de propulsión, hay que tomar como punto de partida que la fabricación de un coche eléctrico genera más emisiones al inicio que la de uno de combustión.
La fabricación de un coche eléctrico genera más emisiones al inicio que la de uno de combustión
De hecho, un estudio del International Council on Clean Transportation o ICCT, concluyó que, aun partiendo de esa mayor huella inicial, un modelo eléctrico, tras haber recorrido unos 17.000 kilómetros, ya se puede decir que ha superado a uno de combustión y es “más limpio” o responsable en lo relacionado con la huella de carbono.
Además, el estudio afirma que, considerando todo el ciclo de vida de un eléctrico, es decir, producción, uso, combustible/electricidad, mantenimiento y reciclado final, se generan unas emisiones medias de 63 gramos de CO₂ por kilómetro, frente a los 235 gramos de los modelos de gasolina europeos: hablamos de una considerable reducción del 73%. De hecho, incluso si la electricidad que se usa para recargar el vehículo procede, en su mayoría, de fuentes renovables, esa reducción llega a ser del 78%.
Considerando todo el ciclo de vida de un eléctrico se generan unas emisiones medias de 63 gramos de CO₂ por kilómetro, frente a los 235 gramos de los modelos de gasolina europeos
La huella de carbono en todo su ciclo de vida: comparativa práctica
Para entender realmente la diferencia entre un vehículo eléctrico y uno de combustión equivalente, y hacer una comparativa justa y completa, hay que tener en cuenta cuatro aspectos claves: la fabricación del vehículo, su uso diario, la fuente de energía y el final de su vida útil.
· Fabricación: los coches eléctricos parten con desventaja, ya que producir una batería de iones de litio de gran capacidad genera una huella de carbono considerable, sobre todo por la extracción de materiales como el litio, el níquel o el cobalto. Diversos estudios, como elGlobal EV Outlook 2024, de la International Energy Agency, sitúan esta fase con hasta un 60% más de emisiones que la fabricación de un coche de gasolina equivalente.
Poniéndole cifras exactas, un vehículo gasolina del segmento medio genera unas 6 ó 7 toneladas de CO2 durante su fabricación, mientras que un eléctrico del mismo segmento, con una batería que ronde los 60 kWh, genera entre 10 y 12 toneladas. Para más inri, nada menos que cuatro o cinco de esas toneladas corresponden a la fabricación de la batería.
· Uso diario: es aquí donde los eléctricos recuperan terreno. Mientras un vehículo de combustión emite CO₂ de forma directa cada vez que se mueve, el eléctrico no produce emisiones locales, con independencia de la velocidad a la que circule. La diferencia real depende de cómo se genera la electricidad. Es decir, si ésta procede de fuentes renovables (solar, eólica…), su huella es casi nula, y si proviene del carbón o del gas, la ventaja aunque se reduce, sigue siendo significativa.
·Energía y mantenimiento: además de consumir menos energía por kilómetro, el coche eléctrico tiene un mantenimiento mucho más sencillo, ya que no necesita cambios de aceite, ni de filtros de aire, correas… lo que también evita emisiones indirectas ligadas a la fabricación y transporte de estos componentes. Por no hablar de que, al usuario, las revisiones también le saldrán más baratas en el eléctrico.
·Fin de vida y reciclaje: la última etapa vuelve a ser un punto sensible. El reciclaje de las baterías todavía no es un proceso completamente limpio ni eficiente, aunque la industria avanza rápido. Hoy en día, ya existen programas en Europa que permiten recuperar hasta el 95 % de los materiales críticos, reduciendo notablemente el impacto ambiental respecto a años anteriores.
Por tanto, la realidad es que, aunque un eléctrico comienza y finaliza contaminando más durante su fabricación y reciclado, equilibra la balanza e, incluso, la decanta a su favor con tan solo unos pocos años de uso frente a un modelo de combustión equivalente. Y cuanto más tiempo se utilice, mayor será la diferencia a su favor.
De hecho, según el estudio anteriormente citado del ICCT, esta ‘deuda’ de emisiones inicial se compensa, en Europa, tras recorrer aproximadamente 17.000 kilómetros. Una distancia que prácticamente cualquier conductor medio recorre en uno o dos años.