El día de nuestra boda, el alcalde llegó tarde a la ceremonia. Tiempo después supimos que era porque había salido a andar en bici y se le fue de madre la hora. Como era aficionado a la bici, quedó perdonado. Como ninguno de los contrayentes éramos de la localidad, además de pagar las correspondientes tasas por boda (100 euros si no recuerdo mal), tuvimos que enviar un texto explicando quiénes éramos ella y yo. Me salió la vena periodística y mandé un escrito que al alcalde le debió gustar porque se ahorró escribir un discurso de su puño y letra, y leyó mi texto de la primera a la última palabra. Un corta y pega vocal. Por aquel entonces tenías bodas a patadas, a veces hasta dos fines de semana seguidos. Luego, pasada la treintena, ya no tienes ninguna. Mañana tenemos bodorrio y llegamos desentrenados. Supongo que a los postres ya no se regalan puros ni esas maravillosas cucharillas con los nombres de los novios y la fecha grabados a fuego. Creo que ya no hay ni orquestas porque nos han pedido a los invitados que pidamos qué canción queremos que ponga el Dj. En realidad, los novios ya son no novios porque se casaron hace unos meses para pillar más días de vacaciones. Pero lo mismo nos da porque aquí hemos venido a divertirnos y el resultado nos da igual. Zorionak Irati eta Javier!