Es seguro que nos falta información, que desconocemos las claves de la diplomacia y del arte de la guerra, pero cuesta entender a qué juegan los países europeos en el conflicto de Ucrania. Hasta ayer se nos dijo que su integridad territorial era una línea irrenunciable, aunque uno se preguntaba cómo se pretendía forzar a la Rusia de Putin a retirarse del territorio conquistado si no era enviando tropas a combatir, lo que a ningún país europeo se le pasaba por la cabeza. De hecho, esta semana la denominada Comisión de Voluntarios ha diseñado un plan para el hipotético escenario de un acuerdo de paz, que ni está ni se le espera. En ese contexto la idea es enviar tropas a Ucrania para garantizar su seguridad. Se entiende que a la parte no invadida. Es decir, ya no es tan irrenunciable la integridad territorial. Pero es que además, Donald Trump ya ha dicho que la de Ucrania no es su guerra, que es responsabilidad de Europa. Por cierto, seguimos comprando gas ruso en grandes cantidades, un negocio que sigue financiando el esfuerzo bélico del ejército ruso. Y encima, Putin tiene como aliado a China, que esta semana ha exhibido un poderío militar que ha asombrado al mundo. Mientras los drones, los aviones de combate y los misiles de última generaciòn desfilaban por la plaza de Tiananmen, Putin contemplaba el espectáculo junto al presidente Xi. Repito, desconocemos las claves, pero nos podemos preguntar si no sería más práctica intentar alcanzar algún tipo de acuerdo con Putin para resolver nuestra convivencia. Al fin y al cabo somos vecinos. Eso es lo único que no se puede cambiar.
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