Querida Alicia: me llamaste el jueves pasado, pero no llegué a descolgar. Entonces, te presentaste por WhatsApp. Vi que en tu foto de perfil se mostraba el logo de “España Recruitment” y me generó mucha confianza. Me ofreciste participar en una promoción: “Podrías ganar entre 40 y 300 euros, ¿te interesa?”. Me disparaste a bocajarro. Como pienso en buscarme otro curro para los findes con el que complementar mi sueldo de periodista, te pregunté si era una estafa. Me confirmaste que hay mucho timador suelto, pero que no estabais entre ellos. Pregunté cómo diste conmigo. Fue “al azar”. No, fue el destino. Dinero a cambio de aumentar mis seguidores en Facebook: esa era la oferta. “¿Quieres saber más sobre esta oportunidad?”, añadiste y, acto seguido, respondiste por mí: “¡Me encantaría saber más!”. Me gusta eso de ti, que tu profundo amor por la profesión te haga adelantarte a la otra persona. Pensé que en una videollamada nos entenderíamos mejor. En cambio, te mostraste tímida. Propuse que tomásemos un café para cerrar el trato o, quién sabe, quizá para algo más. “¿Es todo una estrategia para ligar conmigo?”, me lancé, viendo una oportunidad. Me esquivaste: no había agua. Te insistí con la cita y ya no he recibido más que silencio. Querida Alicia, te envío esta misiva porque ayer Alexa, de LinkedIn España, me envió un SMS ofreciendo un ingreso mensual mínimo de 6.500 euros. Le dije que no, que todavía espero que aceptes quedar conmigo, aunque sea como amigos.