Kamikazes eran los pilotos japoneses suicidas de la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día utilizamos ese término para hablar de los conductores que circulan por la carretera en dirección contraria. En la N-1 es habitual que cada cierto tiempo tengamos noticia de algún conductor despistado que confunde la dirección y accede a esta vía de alta capacidad por el lado contrario, poniendo en riesgo su vida y la de los demás conductores. A veces, la Ertzaintza logra atraparlos antes de que causen estragos,, pero no siempre es posible. Tres personas murieron en Legorreta en febrero de 2023 después de que un conductor borracho (arrojó una tasa positiva de 2,14 gramos de alcohol por litro de sangre) circulara a 140 kilómetros por hora en dirección contraria. En agosto de 2015, una errenteriarra murió cuando iba a trabajar al chocar contra un camión que salió desde la gasolinera de Alegia en dirección contraria hasta chocar en Villabona. El conductor arrojó una tasa de 2,31 gramos por litro en sangre. En 2011, la tragedia se evitó después de que la Ertzaintza detuviera a un hombre que circuló entre Irura y Alegia en dirección contraria. Triplicaba la tasa de alcohol. Así que bienvenidos sean esos sistemas antikamikazes que la Diputación va a probar en la N-1. Basta con que se evite una sola muerte para que merezca la pena plantear su extensión al resto de carreteras principales.