Ya no descansamos ni en nuestros ratos libres. Estamos saturados de aplicaciones en el móvil para apuntar las tareas que debemos hacer, las películas que queremos ver, los libros que queremos leer y las horas de deporte que vamos a hacer. Y así, cuando todo debería ser tomado con más calma, decidimos martirizarnos por no haber visto la serie de moda. Cuando hasta el placer se vuelve obligación y se fija en unos horarios concretos que has de cumplir, todo se vuelve un trabajo. see impulso de aprovechar el tiempo no es algo natural. Es algo que hemos ido aprendiendo y que hoy en día genera ansiedad. La fatiga crónica que afecta a muchas personas se debe, en ocasiones, a no desconectar nunca del mundo. No dejamos a nuestro cerebro vagar, sin ataduras de tiempo. Quizá el apagón tuvo sus partes positivas. Para aquellos y aquellas que pudieran permitírselo pudo ser un momento en el que las notificaciones de su teléfono no le asaltaban continuamente. He visto comentarios de personas en redes sociales que simplemente se fueron a casa, se sentaron y, sin mirar el reloj, leyeron un libro por puro placer y no por tenerlo marcado en el móvil. No parece un mal plan en un mundo que te obliga a producir y producir hasta cuando no toca.