Se va 2024 y llega 2025, que para Gipuzkoa no es un año cualquiera. Según los historiadores, el año que viene celebramos los mil años de Gipuzkoa, que ya son. No es que antes no existiera, pero es de 1025 el manuscrito en el que se escribe su nombre por primera vez, por lo que a la espera de que la investigación histórica alumbre nueva documentación, esta es la fecha fundacional de nuestro territorio. Merece la pena acercarse al texto original. Se trata de una palabra nada mas, ‘Ipuscoa’, perdida en un mar de letras medievales redactadas por un escribano en la iglesia de Alto Behetría y que forma parte del cartulario del monasterio oscense de San Juan de la Peña. Desconozco si alguien llego a ella o se la encontró, pero hay que tener ojo de entomólogo y mucha sabiduría para desentrañarla. Las instituciones se han puesto manos a la obra para celebrar la efemérides como se merece y por supuesto se da por segura la exposición del original. Precisamente porque la Ipuscoa del manuscrito poco tiene que ver con la Gipuzkoa actual, que no alcanzo su plena integridad territorial hasta 1845 con la incorporación del Condado de Oñati, el milenio es una buena oportunidad para acercarse al pasado de un territorio que en contra de interesados clichés ha sido protagonista en primera línea de la historia europea. Y en estos tiempos de usar y tirar, el cumpleaños debe servir también para reivindicar la historia, su estudio y a sus profesionales, cuya formación universitaria no cotiza como antes por el empuje utilitarismo de las carreras técnicas.