Sánchez ha llevado el desastre ocurrido en Valencia a la COP29, la Conferencia de Naciones Unidas que aborda el cambio climático y sus consecuencias. El presidente español ha querido mostrar al mundo que, efectivamente, el cambio climático no solo existe, sino que también mata. Algo que ya saben los que tienen que tomar las decisiones, aunque muchas veces lo obvien. Porque todos los años los científicos nos advierten de que las muertes atribuibles al efecto del calentamiento del planeta están aumentando, pero cada país sigue a lo suyo. Como ha ocurrido con la Generalitat Valenciana y el Gobierno español.

El caso es que esa conferencia anual que tiene que sentar las bases para que las personas dejemos de provocar la destrucción del paisaje natural que habitamos no importa, o importa lo justo. Los principales líderes mundiales, incluidos los europeos, tienen mejores cosas que hacer y mandan a sus delegaciones para defender sus posturas. En la del año pasado 200 países adoptaron un acuerdo para empezar a dejar atrás los combustibles fósiles y lo hicieron, curiosamente, en la capital de un petroestado, Dubái. Este año es en Bakú (Azerbayán) y el lema En solidaridad con un mundo verde que, sin embargo, cada vez es más marrón, como las calles de Valencia.