En estas fechas previas al Zinemaldia, suelo intentar conseguir alguna entrevista curiosa que aporte algo de color. Obviamente, cuanto mayor es el caché de la estrella, más limitado es su contacto con la prensa, aunque es cierto que Hollywood es bastante riguroso con la promoción. Es decir, lo de atender a televisiones y periodistas está incluido en su sueldo. Recuerdo bien las tres ocasiones en el Festival de 2019 en las que Neil Jordan, director de Entrevista con el vampiro, me dejó plantado en el María Cristina cuando fue presidente del jurado de la Sección Oficial. “No estoy aquí para hacer entrevistas”, dicen que dijo. En cambio, en 2022, cuando vino a clausurar el Zinemaldia con Marlowe, me lo plantaron como peaje para poder entrevistar a Liam Neeson y Diane Kruger –hay que aclarar que las relaciones públicas de las películas, en general, no las gestiona el Zinemaldia, sino cada equipo de producción–. En esa ocasión, Jordan no tuvo más remedio que responder a mis preguntas y a mí no me quedó otra que formularlas. Lo que nunca me había ocurrido hasta la fecha es que un agente de prensa me pidiera ejemplos de otras entrevistas y coberturas para valorar si entraba en la lista de elegidos para acceder a una reducida entrevista en grupo con una actriz muy solicitada que viene al Festival (ha recibido más de 50 peticiones). Como estoy mayor para competiciones neoliberales, le respondí que gracias, pero que no, que pa’ estrella, ya estoy yo.