Imagino que casi todos los que tenemos una edad hemos bromeado con el tren de alta velocidad, en el sentido de si tendremos la oportunidad de viajar alguna vez en él. Se está alargando tanto y han sido tantas las fechas de fin de obra incumplidas que la gente siente hacia el proyecto un desapego comprensible, más allá de la opinión que pueda tener cada cual sobre la conveniencia de esta infraestructura. Desde el verano venimos arrastrando un debate a cuenta de la conexión de la Y vasca con el ramal navarro que provoca el efecto secundario de alimentar más el escepticismo de la ciudadanía, que no entiende cómo es posible haber construido una estación en Ezkio llamada a ser el eje de la conexión con Navarra y años después lanzar globos sonda en favor de la alternativa que convierte este gasto en un despilfarro. Lastrada por la amenaza de ETA y la compleja orografía sobre la que debe transitar, lo cierto es que la ejecución de la obra refleja a estas alturas el resultado entre la gestión realizada por el Gobierno Vasco en el ramal guipuzcoano, prácticamente acabado, y del ejecutivo español en el resto del recorrido. Imagino en su tumba a los ingenieros que construyeron el tren entre Alsasua e Irun, salvando Aizkorri y la misma complicada orografía hace más de120 años asombrados con todo este proceso.