Ahora que estamos en plena época vacacional, uno de los temas más comentados en los medios es el turismo de masas. Cuando se está poniendo en duda en muchos lugares un tipo de turismo que acaba con la identidad de las ciudades y que encarece los precios, convirtiéndolas en inasequibles para muchos autóctonos, se recuerda constantemente que todos somos turistas y que debemos pensar desde esa perspectiva y sin demonizar a unas personas que también podemos ser nosotros al ir a otro lugar. Sin quitar parte de razón a ese argumento, me parece que se olvida algo: muchas familias y personas no pueden viajar a ningún sitio por su situación económica. Usar el argumento de que no se puede criticar al turista porque la gente de aquí también viaja fuera es ignorar la realidad de muchas personas. De hecho, algunas de ellas son precisamente las más afectadas por ese sistema que encarece los pisos. Poder cambiar de aires del lugar donde pasas el resto del año y descansar del trabajo debería ser un derecho, pero no está garantizado. Y ello no debería estar reñido con que las ciudades obligatoriamente se conviertan en parques temáticos gigantes y homogéneos con el resto de municipios. Viajar debería ser posible para todos, y vivir en tu lugar de origen más allá de tu renta económica, también.