Cada vez lo tengo más claro, mientras estás viva hay que vivir. Pero vivir, no pasearse por la vida así sin más. Leía hace poco una de esas encuestas bobas que señalaban que cuando nos acercamos a la despedida, las mujeres de lo que más nos arrepentimos es de no haber sido como nos hubiera gustado, como realmente nos vemos por dentro pero que no lo sacamos por eso de mirar más por los demás. No digo yo que para que no me lleve ese berrinche me ponga a hacer lo que se me pasa por la cabeza, que a veces son cosas muy locas, pero sí que voy a intentar no hacer las cosas que no quiero hacer, que no me gustan, que me lastran. Y sí que voy a hacer una apuesta por disfrutar, disfrutar de la gente que quiero, de mi familia, de mis amigas y amigos. Pero, sobre todo, disfrutar conmigo. Vivir la vida, no saltar de un día a otro. Tampoco me voy a plantear imposibles, por eso de no frustrarme. Como todavía me queda un largo camino para la jubilación, tendré que adecuar mis planes al tiempo libre. Pero planes tengo, y muchos, algunos más accesibles que otros. Porque reír es más que bueno, medicinal, y muy barato. Y planeo reírme mucho. Se lo aconsejo. Porque en este camino, si te confundes, lo tienes difícil. Hay que decirse a diario con convicción, hil artean, bizi.