Hoy concluye el experimento desmovilizador que ha realizado El Periódico de Catalunya: proponer a seis adolescentes de entre 12 y 16 años vivir sin teléfono móvil durante una semana y que cuenten sus sensaciones cada día, a modo de diario, con una postdata de uno de sus progenitores para contrastar. Las reacciones están siendo diversas: Álex, de 13 años, se ha dado cuenta de que le gusta más estar sin el móvil porque ahora se siente “más productivo” y se relaciona más con sus padres. Ghyta, de la misma edad, ha tenido que recurrir a su madre para que llame por teléfono a la madre de una amiga para quedar y se ha dado cuenta de que la vida sin móvil es “un poco más aburrida” en el autobús e incluso en el patio del cole, donde se queda al margen porque todas sus amigas lo usan en corrillo. Ghassan, a sus 12 años, a punto estuvo de arrojar la toalla el cuarto día, pero aguanta, aunque está convencido de que, si alargaran el experimento otra semana, no podría superarlo. Gibet, de 13, ahora mira el paisaje cuando viaja en bus. Martina, de 16, ha acabado usando su móvil a ratos –como quien intenta dejar de fumar bajando el consumo– para hacer un trabajo del cole o al salir de noche “por si acaso”, aunque sin datos. Y Ariadna, que el otro día cumplió 13 años, en pleno reto, y ¿adivinan? su padre le regaló un móvil nuevo.