Tengo el disco duro a tope. Ni un huequito me queda libre. Por eso, lo que no apunto ni existe ni existirá. “El próximo miércoles quedamos y tomamos un café”. ¡Ja! Espérame sentada. Si no me lo recuerdas la víspera creo que lo tomarás sola. Por eso tengo la mesa de trabajo llena de notitas. Pero voy más allá. Hay cosas que no se solucionan con apuntar. Típico momento de mente en blanco con un calcetín en la mano junto al frigorífico. ¿Lo iré a congelar?, me pregunto en ese momento. Rectifico y voy hasta la lavadora, más que nada por lógica. Y¿qué me dicen de las caras de circunstancias que ponen quienes te escuchan contando la misma historieta por vigésimo octava vez? Y lo peor, es que hasta a mí misma me suena de algo, y por eso a veces adorno el relato. Así, como para despistar. Otro ejemplo. Vas al súper porque no hay cebollas. Llegas a casa y te encuentras con media docena. ¿Quién las habrá comprado? Tu yo duplicado. Es cierto que, hasta el momento, de lo importante me acuerdo bien y solo me olvido de lo que puedo prescindir. Por eso espero no olvidarme de un compañero que hoy se ha despedido para iniciar otros caminos laborales. No me olvidaré porque ha sido importante, porque ha sido un buen colega. ¡Suerte, compañero Néstor! Te la mereces toda.