Al igual que en otros muchos tipos de creación, en la literatura se anda con prisas. Cada día salen decenas de series nuevas en las plataformas de streaming y si no tienes un día de 100 horas es imposible que alcances a verlas todas. También se publican muchos libros, cada vez más, y es imposible abarcarlo todo, pero hay gente que lo intenta. Algunas cuentas en redes sociales presumen de haber leído más libros de los que cabría imaginar en un mes, pero seguramente a veces tenga truco. Al parecer, hay algunos que leen los libros por encima, e incluso se saltan las descripciones. Siendo legítimo leer como cada uno quiera, me parece triste. Se pierden muchos detalles si no se lee con atención. Esa competición por ver quién lee más sólo sirve para no recordar ni siquiera qué ocurría en el libro. Da igual que leas 1.000 libros si no sabes qué pasaba en ninguno. Además, la lectura debería conllevar una reflexión, cosa harto improbable si lo devoras en un par de horas sin atender más que a los diálogos. Ese cambio de hábito en la lectura, igual que en los demás tipos de arte, responde a una sociedad acelerada y consumista, en la que todo se concibe para quedar por encima de los demás. La literatura, como todo, no se queda al margen.