En varias conversaciones informales me han preguntado qué me parecía el resultado de las elecciones de Argentina. Por hablar de algo. Pero, claro, si te preguntan, te obligan a pensar. Y decir en voz alta lo que vas rumiando sin expresarlo. Pues yo, como tantas personas a este lado del charco, no imaginábamos que el loco Milei, con sus perros clonados y su motosierra, pudiera resultar atractivo para los ciudadanos argentinos. Pero, claro, no vivimos en el país sudamericano. Sólo conocemos las payasadas de este candidato y no las dificultades de la vida diaria con el equipo del otro. El show político internacional subió enteros cuando los trumpistas asaltaron el Capitolio y estos días cuando las muñecas hinchables tomaron la calle en Madrid. Parece que cada vez hay menos cosas que nos puedan sorprender en la política mediática y que un dirigente parezca ido ya no echa para atrás a muchos. Está claro que una mayoría relativa suficiente en Argentina ha votado justo lo contrario de lo que tenía. El refrán de “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” ya no les funciona y se han cambiado al bando del circo. Milei, como muchos políticos, no hará lo que prometió porque no podrá. Entonces se verá si el espectáculo echa el telón o sirve para más tiempo.
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