Siglos después de que Irun hiciera frontera con Inglaterra, lo hace con Nanterre, periferia de París en el que un policía mató a Nahel M. Un fino hilo une los disturbios que sacuden el modelo de integración social francés con el cierre del Puente Avenida. El Gobierno galo insiste en razones terroristas y migratorias para tener suspendido el Tratado de Schengen en el puente peatonal (!) de una frontera con diez muertos en los últimos años. Cruzar desde Irun y desde el siglo XXI y encontrarse una vallas es volver al Puente de los Espías entre Berlín (RFA) y Potsdam (RDA) que inspiró a Le Carré y a Spielberg. Dos vallas metálicas de obra que dificultan el día a día del corazón de una Eurociudad que más que con congresos y ruedas de prensa, se hace al andar. Esa Francia con epicentro en Nanterre recuerda con el cierre unilateral que Europa es la Europa del Himno de la Alegría solo cuando le interesa. Por eso exige a Madrid que abone parte de sus patrullas de vigilancia del río para abrir el puente. Irun ya pagó íntegras la construcción del puente y hace cinco años, su arreglo. La RFA hizo lo mismo con el Puente de los Espías en 1985. Y se ganó el derecho de cambiar el nombre: de Puente de la Unidad a Puente Glienicke. Quizá sea la hora de que Puente Avenida se traduzca como Pont de la Honte. De la vergüenza.

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Concentración por la reapertura del Puente Avenida de Irun Iker Azurmendi