Este artículo no va de fútbol, aunque su protagonista sea Zinedine Zidane, uno de los futbolistas con más calidad de la historia de este deporte... Se refiere a algo más importante, por supuesto, que va más allá: a una mera cuestión de humanidad. El que fuera un astro durante su carrera deportiva fue nombrado el lunes padrino de una asociación de niños con cáncer. Un hecho loable a todas luces. Pero lo que verdaderamente trascendió fue el sentimiento que expresó cuando le tocó el turno de dar su sentido y emocionante discurso. La leyenda francesa, que seguro que lo ha tenido todo (o casi todo) gracias a lo alto que ha llegado en el fútbol a nivel mundial, rompió a llorar cuando quiso agradecer que le hubieran nombrado embajador de este proyecto que tiene como objetivo ayudar a los niños que padecen cáncer y a sus familias en la fase final de la enfermedad. Entre sollozos, apenas pudo articular unas palabras como estas: “Yo tengo hijos que están sanos y vuestra historia me ha tocado. Porque ni siquiera podemos imaginar por lo que pasáis. Estoy orgulloso de poder ser el padrino”. “Perder un hijo es lo más terrible que existe. Mis padres lo saben, y sé lo duro que es”, confesó sin consuelo. Una historia conmovedora que hace llorar a cualquiera. Gestos como los de Zidane son los que necesitamos.