El pasado sábado, todos los municipios eligieron a sus alcaldes. En el caso de Gipuzkoa, muchos de ellos coincidieron en asegurar en sus discursos de investidura que tendrían la puerta abierta en todo momento como símbolo de su buena intención de atender a todo el mundo o, al menos, a todos los partidos de su Ayuntamiento. De los nuevos regidores, me puedo creer que deseen tener la puerta abierta para todos en todo momento. Pero los que ya estaban en el cargo saben que siempre no lo podrán hacer. Una cosa es lo que se desea y otra, la agenda del día a día. A veces, incluso, los alcaldes no saben que tienen la puerta cerrada. Tampoco me puedo creer a quienes dicen que lo van decidir todo por consenso y con participación y transparencia. Puede que lo intenten, sí, pero está claro que tomar una decisión supone descartar las demás y gobernar es optar. Y sobre todo, decidir a qué se dedica el dinero. De cualquier modo, estoy segura de que los primeros ediles inician sus mandatos con la mejor ilusión y una inyección de entusiasmo añadido en el caso de los nuevos que puede ser la mejor gasolina para que echen a andar sus propuestas. Pero hay que seguir echando carburante a los pueblos y ciudades en cuatro años. Suerte y ánimo para todos y para todas.
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