Mi barrio es de los más envejecidos de Donostia. Sillas de ruedas, andadores y bastones son instrumentos que se ven a diario por los paseos y las plazas, especialmente si no llueve. El domingo, a pesar de la importante abstención, muchos mayores salieron a votar. Lo suyo les costó en su momento y allá estaban. En mi colegio electoral, con pasillos estrechos, se amontonaban personas acompañadas de los instrumentos que les ayudan a moverse. Incluso, había cola para salir y entrar por las rampas. Al llegar a mi mesa me encontré con un presidente y dos vocales realmente jóvenes. Tenían entre 22 y 26 años, aunque parecían aún menos, y eran la excepción del paisaje. Nunca había visto un trío tan lozano en comicio alguno. No tenían interventores a su alrededor, a diferencia de los que rodeaban otras mesas, y ejecutaban su nueva tarea sin dudas, con tranquilidad y una sonrisa. Sería casualidad, o que con tanto mayor exento de ser elegido para la mesa electoral, los más jóvenes tienen ahora más probabilidades de resultar seleccionados. Y no sólo en las votaciones, sino en todo lo demás. Los veinteañeros, aunque sean pocos, van a tener que ocuparse en adelante de todos los demás. Ánimo, tranquilidad y una sonrisa, como el trío de la mesa electoral.