Hace unas semanas escribía en este mismo espacio sobre cómo la sequía iba a suponer una subida en los precios de las materias primas que volverá a repercutir en los bolsillos de los ciudadanos, ahogados por una inflación apenas mitigada por medidas como la bajada del IVA adoptada por el Gobierno español. Era de esperar que las grandes cadenas aprovecharan para subir los precios, en una maniobra encubierta bajo carteles de reclamo en los que se venden los productos al mismo coste que antes, pero sin el impuesto que grava el consumo. ¿Quién gana entonces? El propio Ejecutivo ha reconocido que la rebaja fiscal “no implica necesariamente” una rebaja de precio, sino que “ha permitido contener” el incremento previsible de los alimentos. Es decir, que de no ser así, estaríamos pagando ahora más por la leche, el pan o la fruta. Es probable. Y a pesar de todo, algunas cadenas van más allá y llevan a cabo un juego peligroso para los productores, como vender alimentos a precio de coste como reclamo. Está ocurriendo con la leche, según acaba de denunciar el sindicato agrario Enba. Quizás creemos que comprar a 59 céntimos el litro de leche en supermercados (no directamente al productor) es una buena compra, pero si se ponen a pensar en el trabajo que hay detrás de la producción de ese alimento, los números no dan.