Para los norteamericanos, la chica de la tele fue Mary Tyler Moore, pero para la tele española fue Laura Valenzuela, una presentadora que explicó en alguna ocasión que comenzó a trabajar en la tele cuando todavía no sabía ni qué era aquello, porque apenas llegaba la emisión a unas decenas de hogares pudientes de Madrid que se podían permitir aquel caro aparato (Abro paréntesis para recordar que mi madre siempre me contaba que el primero en tener tele fue el cura de su pueblo, luego ya llegó al bar y después a alguna familia bien, pero que tardó demasiado en que se democratizara el aparato que, cuando por fin llegó a todos los hogares, nos enseñaron a despreciar porque era el ocio de los pobres. Y así estamos aún hoy). Laura Valenzuela lo fue todo en aquella tele –incluso presentó en solitario el Eurovisión ’69 que se celebró en Madrid con cartel diseñado por Dalí–, después se casó y desapareció, como tantas mujeres que vieron reducida su vida a las cuatro paredes de su casa, así que un par de generaciones la conocimos de oídas, por los ecos de su prestigio, hasta que la llegada de la tele privada la resucitó. Fue en Tele 5, donde volvió a triunfar, después regresó a TVE y más tarde una enfermedad terrible le hizo olvidar quién era. Ayer murió a los 92 años y convendría que la memoria no deje que olvidemos nunca quién fue aquella primera gran dama de la tele.