Voy a echar piedras contra mi propio tejado: los medios de comunicación nos hacemos eco de cada vez más pseudonoticias de poca monta, que nos divierten y nos ilusionan, aunque sospechamos que no son reales. La polaca que dijo ser Madeleine McCann saltó de Instagram a los medios teóricamente serios en dos patadas. No había más que verle el rostro para darse cuenta de que no se parecía en nada a la pequeña desaparecida en Portugal. Ahora, dicen las redes que la joven polaca tiene problemas mentales. A pesar de ello, la noticia llegó con fuerza a los periódicos y televisiones. En el caso de la boya metálica aparecida en una playa de Japón, que fue tildada de misteriosa, extraterrestre y no sé cuántas fabulaciones más, cualquiera que se haya paseado por los puertos, o nadado en la bahía de Donostia, ha podido ver una igual. Incluso oír su sonido hueco al golpearla con la mano. Nadie se molestó en todo el ancho mundo en negar el carácter fantástico del objeto marinero. Puede ser que necesitemos noticias que nos animen y nos diviertan pero deberían pasar un primer control de calidad si las van a difundir las agencias internacionales. O sea, contrastarlas. Pero las noticias de colorín se van haciendo hueco a codazos entre el resto de información. Igual es que lo necesitamos.