Los que tenemos espacios en los que expresar lo que se nos pasa por la cabeza nos empezamos a repetir. No soy la primera ni seré la última con la misma matraca. Pero me siento maltratada por la administración y otros poderes. Ya no es solo la Seguridad Social y Osakidetza, a la que perdono un poco por el covid. Ahora también Zuzenean, el servicio de información del Gobierno Vasco, tiene a todos sus operadores ocupados continuamente. Al menos cuando llamo yo. El pasado jueves, víspera de San Sebastián, llegué a pensar si Lakua había dado fiesta a estos telefonistas por quitarse de líos con la celebración donostiarra. El teléfono, que antes era un atajo para las gestiones y ahorraba desplazarse a las oficinas, es ahora una rémora. Los ciudadanos hemos dejado de tener derecho a que nos atienda una persona. Que mandemos un mail, dicen, y si nadie contesta pues te quedas esperando. En vez de que los trabajadores públicos esperen nuestras llamadas, nosotros tenemos que llamar y llamar y llamar. Como los taxis en Donostia. Somos nosotros los que tenemos que esperar. ¿Con cuánta antelación hay que ir a una parada para garantizarse el servicio? Media hora no es suficiente. Cuando llega al coche, ves que el conductor no tiene la culpa, pero el colectivo y el Ayuntamiento que lo permite, sí.