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En medioN.G.

El día de San Sebastián, como el de Navidad o Año Nuevo, es de esos días que ponen a prueba tu vocación por el periodismo, te toca dejar la fiesta a un lado para contar cómo la pasan los demás mientras casi todos a tu alrededor dan por hecho que estarás de fiesta y te suman a sus planes hasta que ven que no, que eres el que no puede, el que puede un rato pero se va antes, el cenizo que además ni bebe porque luego tiene que juntar letras. No, no nos pasa solo a los periodistas, es evidente que hay otras muchas profesiones que curran cuando los demás se divierten. Pero en nuestro caso somos ese grano en el culo que molesta a algunos en el escenario de la Consti cuando tomamos fotos y vídeos de lo que allí sucede, pero si no estuviéramos recogiendo testimonios y primeros planos al día siguiente nos preguntarían por qué no hemos estado donde teníamos que estar. También ha pasado en otras fiestas con escopetas y caballos, cuando vas hay quien te grita que te pires y si no vas, te cuestionan por qué no los has sacado. Imagínese lo que ocurre cuando donde vamos ni siquiera están de fiesta. Es nuestro día a día y lo aceptamos, solo hace falta que los demás también acepten que tenemos que estar donde estamos, cuando nos llaman y cuando no nos llaman, con tropiezos y sin tropiezos y no puede ser arbitrario que nos manden fuera.