Aunque hay más derbis, por historia y repercusión, el Real-Athletic o Athletic-Real es el derbi vasco por antonomasia, nuestro Celtic-Rangers, Roma-Lazio o Liverpool-United. Hay que felicitarse del clima festivo y pacífico que envuelve al partido fuera del estadio, tanto antes como después, lo que sin duda le hace distinto de esas otras rivalidades atravesadas por una animadversión rayana en el odio. Es cierto que nuestro derbi sirve a algunos para exacerbar ese provincialismo disolvente de la idea de país, pero como ha solido apuntar el periodista John Carlin, el fútbol, como metáfora de la guerra, permite canalizar las peores pasiones a un planeta que no pertenece al mundo real, librándole de su carga tóxica, que es evacuada en el fervor de las gradas. Pero no acertaríamos si culpáramos en exclusiva a la histórica rivalidad entre blanquiazules y rojiblancos de estos tics provincialistas. Creo que en los últimos tiempos apunta a una tendencia en detrimento de la idea de país y la visión de conjunto de todos los territorios de Euskal Herria, más allá incluso de las distintas adhesiones político-jurídicas de cada cual. Y seguramente no hay una sola causa, sino una suma de ellas: resaca del largo conflicto, agudización del metrópolicentrismo, despolitización social, globalización, Internet... Ya sabemos quien gana cuando se ensanchan las fronteras interiores.