El periodista vasco Pablo González Yagüe cumple hoy 277 días y 277 noches encerrado en la prisión polaca de Radom, a 100 kilómetros de Varsovia. La noche del 27 al 28 de febrero, mientras cubría la invasión rusa, fue detenido por las autoridades polacas en Przemy, en la frontera entre Polonia y Ucrania, bajo la acusación de trabajar para el servicio de inteligencia del Gobierno de Putin. Durante los nueve meses que lleva privado de libertad, Polonia, que conviene recordar que es miembro de la Unión Europea, le ha aplicado el régimen de prisión más severo. Está en una celda de aislamiento, no tiene contacto con ningún otro recluso y solo se le permite salir al patio una hora al día. Durante todo este tiempo, Oihana Goiriena, su compañera, solo le ha podido visitar un vez, el pasado 21 de noviembre y durante dos horas. Estuvo incomunicado durante más de seis meses y sus abogados han tenido serias dificultades para abordar el caso. Solo recibe periódicamente la vista del cónsul español. El fiscal no ha presentado ninguna prueba para que Pablo González pueda defenderse de las acusaciones en un proceso que sea justo y transparente. Se trata de una vulneración de derechos fundamentales de libro pero el Gobierno español, el que más fuerza puede hacer ante Polonia, ni está ni se le espera.