Eli Lilly, Lockheed Martin, LeBron James y George W. Bush vivieron en un susto entre el jueves y el viernes. Eli Lilly es una farmacéutica entre cuyos productos principales está la insulina y que vio caer su cotización en Bolsa en pocas horas. Alguien en Twitter creó un perfil llamado Eli Lilly and Company, verificó su cuenta por ocho dólares y anunció que la insulina sería gratuita. Estaba verificado, pero no era cierto: ni la insulina va a ser gratis, ni Lockheed dejará de vender misiles a Arabia Saudí, ni LeBron James quiere marcharse de los Lakers ni Bush echa de menos “matar iraquíes”, como propagaron cuentas falsas pero verificadas. Por ocho dólares al mes, el nuevo Twitter quería democratizar el derecho a la verificación. Como si dinero y democracia hubieran hecho buenas migas alguna vez. Como si la autoridad en una materia se comprara. Santos Discépolo lo cantó: “Es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro (…) todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Hubo una época en la que el tick azul de Twitter, la verificación del pájaro, era distinción y reputación. Que de eso van los reconocimientos, de que te los den. Hoy, en cambio, si pagas, eres alguien, aunque no seas ese a quien suplantas. Y así la red del pájaro se convertirá en la de los pajarracos.