Con el final de la Semana Grande la presión turística irá aflojando la soga sobre las zonas más visitables de la ciudad y la serpiente de verano que ha asomado estos días a cuenta de la famosa tasa turística se retirará a su madriguera. El debate sobre el turismo en Donostia es un clásico de verano, más recurrente en este cuando asoman en el horizonte las elecciones municipales. El ruido de estos días son posicionamientos políticos para sacar pecho en forma de sigla y si alguna medida se tiene que tomar para regular la presencia de los visitantes, no será antes de los comicios. Creo que casi todos los donostiarras estamos de acuerdo en la necesidad de mantener monitorizado el fenómeno turístico para tomar medidas que eviten morir de éxito, como le ha ocurrido a Venecia. ¿Pero cúal es el nivel tolerable de turismo que puede permitirse la ciudad? Por ahí habría que iniciar el debate, para conocer qué distancia separa a cada una de las fuerzas representadas en el Ayuntamiento y a cada uno de los colectivos concernidos, porque la percepción varía según lo que se obtiene de su presencia. Lo que ha demostrado esta polémica de la tasa turística es la inconsistencia de algunas posiciones, que reclaman la regulación del fenómeno pero reniegan de la tasa turística, que no es que vaya a disuadir a los que nos visitan pero, al menos, servirá para paliar parte de los costes que provocan su estancia. l