Dice la canción que algo se muere en el alma cuando un amigo se va… Y no solo esto ocurre con un ser humano, también cuando un peludo de cuatro patas nos deja. Lur, Fiera, Luna, Coco, Beltz…han sido los mejores compañeros durante años, pero como a todos les llega su final. Despedirse de un animal de compañía es un duro trance, porque “son un miembro más de la familia, con el que hemos vivido muchos buenos momentos, y como tal, su muerte genera los mismos sentimientos de tristeza y ausencia que si de una persona querida se tratara”, apunta Javier Rivero, propietario del crematorio Beti Zurekin de Astigarraga. Rivero, que desde la experiencia personal sabe muy bien lo que es sentir la pérdida de estos fieles amigos, insiste en que darles el último adiós “ayuda a encontrar consuelo, despedirnos de ellos e iniciar el duelo”. “Cuando nos dejan se produce un vacío enorme; viven con nosotros en casa, si un día llegamos de bajón por distintos motivos ellos siempre están ahí, mostrándonos su fidelidad. El amor que nos dan es verdadero, sin límites y sin condiciones”, subraya.
Sobre todo perros y gatos, pero también tortugas, canarios, periquitos, iguanas, hámsters, culebras... Hay compañeros de vida de todo tipo. “En Beti Zurekin ofrecemos un servicio respetuoso para darles un final digno, con amor y como se merecen a nuestras mascotas, aportando confianza y tranquilidad a sus dueños y dueñas”, recalca Rivero.
“Cuando nos dejan se produce un vacío enorme; viven con nosotros en casa, si un día llegamos de bajón por distintos motivos ellos siempre están ahí, mostrándonos su fidelidad. El amor que nos dan es verdadero, sin límites y sin condiciones”
En este crematorio de Astigarraga, que atesora 18 años de andadura, se preocupan mucho por mimar a las familias que están atravesando por este complicado momento. “Las despedidas tienen sus propios procesos particulares. Hay quienes incineran a los animales de compañía con sus juguetes favoritos, mantitas o, incluso, les escriben una dedicatoria a modo de tributo”, expone Rivero.
"Se les cae el mundo encima"
Los vínculos que se crean son permanentes. La relación es única y emotiva. El responsable de Beti Zurekin pone como ejemplo el papel que los perros desempeñan en el día a día de las personas mayores. Contribuyen a aliviar la sensación de soledad y, al mismo tiempo, se vuelven guías y protectores. “La pérdida en estos casos es muy sentida. Nos toca mucho la fibra cuando se trata de una persona mayor que vive sola, cuyo perrito ha fallecido después de estar conviviendo juntos más de 15 años. Se les cae el mundo encima. Nuestra labor es acompañarle en la despedida y ayudarle a sentirse mejor”, señala Rivero.
La cremación permite darles el último adiós dignamente. “Honrar su memoria desde una perspectiva mucho más humana, entendiendo lo importante que ellos han sido para nosotros”, defiende Rivero. Cuenta que actualmente la práctica más extendida sigue siendo la de no recuperar las cenizas, aunque en los últimos años se ha producido un incremento de personas que “sí se las llevan, conservando el recuerdo de una manera especial”. Huellas para tatuajes “Contamos con urnas biodegradables, de aluminio y madera, y personalizadas. Además de otras opciones como colgantes, cadenas, pulseras…, aunque no es la opción más escogida”, explica Rivero.
En Beti Zurekin se van adaptando a los tiempos y a lo que solicitan los clientes. “Nos piden mucho las huellas en tinta para después tatuárselas”, destaca su responsable. “¿Cómo un ser tan noble pudo robarnos el corazón? Te queremos y no te olvidamos”, reza una de las muchas despedidas a un fiel amigo que se han dejado en el crematorio de Astigarraga. Parte de la sociedad aún no comprende los estrechos lazos que establecen los animales de compañía con sus familias humanas y que el dolor que dejan tras su muerte, puede equivaler al de la pérdida de un ser querido. “Amarles resulta muy sencillo. Las huellas que dejan son imborrables”, sentencia Rivero.