El aluvión de Premios Emmy que se llevó en 2020, entre ellos el de Mejor Serie Dramática, certificó su éxito. Las dos primeras temporadas habían sido magníficas mezclando con maestría el drama y la comedia más ácida. El final de la segunda entrega, con un Kendall resurgiendo de las mismas cenizas y enfrentándose a cara descubierta al resto, dejaba múltiples opciones abiertas. Los primeros episodios de la tercera temporada, estrenados semanalmente desde el pasado 18 de octubre, pecaron de cierto ‘déjà vu’, como si ya conociéramos los trucos de esos personajes sin filtro ni corazón a los que solo les importa el poder y pisar al prójimo con frases muy bestias. Pero poco a poco, una vez que avanza la trama, hacia el quinto capítulo, en el que tiene lugar una importantísima reunión de accionistas, vuelve a coger vuelo y ya no puedes dejar la serie, magnética, impredecible y genial.