El desconcierto, la incredulidad, la saturación, las extenuantes horas de trabajo y la impotencia adquieren protagonismo en 'La sanidad en llamas', una crónica escrita desde el punto de vista de un epidemiólogo y un internista, con la experiencia que concede la profesión médica y la dedicación a la salud pública.

Este libro, escrito a cuatro manos entre el catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, Miguel Ángel Martínez-González, y su hermano, Julio Martínez-González, doctor de Medicina Interna en el Hospital Regional Universitario de Málaga, denuncia la mala gestión de la pandemia. Eso sí, "criticamos los hechos, no las personas", advierten sus autores, quienes desde su profesión han sufrido en primera línea la pandemia. "La tardanza y los desaciertos en España llevaron a poner toda la sanidad en llamas", subrayan.

Ambos escribieron este libro porque consideran que "la población tiene derecho a conocer lo que realmente ha sucedido y por qué ha ocurrido. Por qué no se vio venir antes toda esta catástrofe".

Desde el año 2000, la covid-19 ha sido la séptima alerta ante la sospecha de una epidemia mundial después del SARS, el MERS, la gripe A, el ébola, etc. "En realidad, desde que ocurrió la historia de las vacas locas en Reino Unido, el grito de Pedro diciendo que 'viene el lobo' había sido repetido en falso muchas veces. Tantas que ahora con la covid-19 no le creímos", indica Miguel Ángel Martínez-González, quien confiesa haber errado en sus predicciones. "No era fácil predecir su evolución cuando estaba empezando y, de hecho, si se buscan opiniones de epidemiólogos españoles en la hemeroteca que hablaron en enero-febrero de 2020, se verá que prácticamente todos infraestimamos la magnitud de la amenaza y eso hay que reconocerlo con humildad", asegura. Visto ahora "una pandemia era esperable, como lo son otras que probablemente vengan en un futuro. Esto es así porque el mundo se ha convertido en una aldea global y está hiperconectado", destaca Julio Martínez-González.

Lo cierto es que las medidas de prevención fallaron desde el momento en el que China comunicó sus primeros casos. Y sin embargo, cuando el 24 de febrero de 2020 Italia ordenó cerrar todos los colegios y universidades en Lombardía, Véneto y Piamonte y prohibió manifestaciones y eventos, los vuelos procedentes de Italia no dejaron de llegar a España y no se aplicaba ninguna medida de control a quienes llegaban desde Italia, denuncian.

Y la covid-19 no tuvo ningún reparo en entrar en España. "La situación no es que llegase a ser mala, es que se situó como la peor del mundo. Todo el que lea estas líneas tendrá amigos y conocidos que han muerto o han sido gravemente afectados. Ha habido mucho dolor y mucha muerte", lamentan.

Falta de estrategia

Dado que las medidas de contención no se aplicaron a tiempo y la sanidad se vio desbordada, lo único que se podía hacer eran labores de mitigación, alertan ambos expertos. "Aplicar con premura medidas radicales de contención es una estrategia que funciona extraordinariamente bien y que no requiere parar la economía ni perjudicar a la mayoría de la población, porque muestra su eficacia en seguida. En cambio, la mitigación es un grave castigo a la economía y a la libertad", critican.

No obstante, también ponen en cuestionamiento la actitud de los organismos internacionales. "Sorprende la falta de proactividad de la Unión Europea, el Centro Europep de Prevención de Enfermedades y la propia OMS, que desde febrero de 2020 deberían haber dado unos protocolos uniformes para toda Europa, radicales, bien claritos y extensamente comunicados a todos los niveles", explican. Si la OMS se hubiera fijado más en el éxito de Taiwán y lo hubiese puesto como modelo a todo el mundo, "otro gallo nos cantaría". Pero parece que "en todos los sitios se cuecen habas de prejuicios por razones políticas o ideológicas", se lamentan.

En Taiwán hubo un buen rastreo de contactos, se hicieron los test oportunos y en total el sistema sanitario adoptó 124 medidas para contener la pandemia", detallan. "Antes que ningún otro país fuera de China, en enero de 2020, Taiwán aumentó su producción de mascarillas, y el día 20 de ese mismo mes, ya contaba con 44 millones de mascarillas quirúrgicas y 1,9 millones de las de tipo N95. Usaron la tecnología más avanzada para disponer de un control de a quién se repartían, asignándolas nominalmente", detallan. Sin embargo, hay que recordar que la OMS tardó un año entero, hasta diciembre, en recomendar esta medida de protección de forma generalizada.

En España hubo que esperar al 10 de junio, cinco meses después de Taiwán, para que se estableciese el uso obligatorio de la mascarilla. "Sanidad limitó las mascarillas a personal sanitario, a personas enfermas y sus cuidadores y en aquellas situaciones en las que se considerase necesario. Sólo desde principios de abril planteó generalizar su uso como forma de evitar el contagio", denuncian. Un error que ha marcado la diferencia, pues en todo 2020, en Taiwán sólo fallecieron siete personas de sus 23 millones y medio de habitantes.

Vacunación masiva

Otro de los capítulos a los que se hace referencia en este libro, es en los negacionistas. "Las noticias mal interpretadas, mal comunicadas o simplemente usadas con intereses dudosos dan lugar a la aparición de resistencias en la población a dejarse vacunar", advierten. Además, "los bulos y mensajes de las pseudociencias se difunden en cuestión de segundos por su teatralidad y su facilidad de comprensión", denuncian.

Una de las cuestiones que ha podido alimentar la desconfianza entre ciertos sectores ha sido la rapidez en la que se han tenido que llevar a cabo los protocolos de aprobación de las vacunas. "La transparencia sobre el modo en el que se tomaron la decisiones de aprobar las vacunas fue importante, dadas las zozobras que se habían ido acumulando ante el miedo de que las vacunas fuesen aprobadas prematuramente por motivos políticos, sin contar con suficientes pruebas de su eficacia y seguridad a largo plazo".

Por ello, los directivos de nueve compañías farmacéuticas: AstraZeneca, BioNTech, GlaxoSmithKline, Johnson & Johnson, Merck/MSD, Moderna, Novavax, Pfizer y Sanofi, firmaron una carta abierta donde se comprometieron a evitar atajos para probar sus vacunas. Además, la FDA estableció como requisito al menos dos meses de datos de seguimiento después de que los participantes en un ensayo de fase 3 recibieran todas las dosis de una vacuna. Sin embargo, el principal punto de duda que debate ahora la comunidad científica es su eficacia y efectos adversos a largo plazo, después de varios años de seguimiento, pero "en una situación tan catastrófica como la que se estaba padeciendo, parecía más razonable que se optase decididamente por la vacunación de la población lo antes posible", coinciden ambos, Miguel Ángel y Julio Martínez-González.

Ahora bien, "si para lograr la protección de la sociedad -la famosa inmunidad de rebaño-entre el 60 y el 70% de la población tendría que ser inmune, ya sea como resultado de una infección natural o de la vacunación, unos 5.600 millones de personas en todo el mundo tendrían que ser inmunes para poner fin a la pandemia", señalan, lo que lleva a predecir a ambos autores que "se podrían tardar años en lograr la cobertura vacunal necesaria para que todos estemos protegidos a nivel mundial".