romovido por la agrupación cultural Munoandi con la colaboración de la Diputación Foral de Gipuzkoa y Sabino Arana Fundazioa, el programa organizados en Azpeitia para homenajear y recuperar la memoria de los gudaris, milicianos, hombres y mujeres que lucharon contra el alzamiento militar y el fascismo durante la guerra civil ha servido esta semana como escenario para la presentación en sociedad de 366 días de combate por Euzkadi. 1936-1937; un libro adaptado por el director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro, Aitor Miñambres, que recoge los recuerdos que el eibarrés Juan Beistegui Ugalde, comandante del Batallón Loyola, dejó escritos durante el tardofranquismo.

Aunque el título hace referencia a los 366 días de combate del comandante, en realidad el libro recoge toda la vida entregada al ideal nacionalista de Juan Beistegui (Eibar, 1911 - Zarautz, 1993), quien a partir de sus propias vivencias dejó constancia de numerosos episodios de extraordinaria importancia ocurridos en el siglo XX como el nacionalismo vasco, el socialismo, la industria armera, la enseñanza, la monarquía, la dictadura, la república, la revolución, el estatuto, la guerra, la cárcel o la represión.

Hijo de una familia acomodada de armeros eibarreses (la empresa familiar era Beistegui Hermanos, BH), fue a finales de la dictadura de Primo de Rivera, al regresar de Inglaterra (acudió a aprender inglés) cuando Juan Beistegui comenzó a militar en el nacionalismo vasco, hasta entonces fuera de la ley.

Con el levantamiento del 18 de julio del 36 Juan repartió las pistolas almacenadas en la fábrica de su padre entre los milicianos que llegaban y después corrió a Loiola (Azpeitia) para alistarse en Euzko Gudarostea.

A partir de ahí fue enviado a diversos frentes como los de Ernio, Gernika (allí se formó el batallón Loyola que llegaría a comandar), Legutio, el monte Albertia, Mañaria o las Encartaciones; hasta que el 26 de agosto de 1937, tras 366 días de combate, se entregó al teniente coronel Farina en Limpias.

Fue trasladado al penal del Dueso y condenado a muerte. Pasó por varias cárceles (Larrinaga, Burgos...), el 1 de septiembre de 1939 le conmutaron la pena de muerte y en 1943 fue puesto en libertad provisional. Sin embargo, nunca renunció a sus ideales y aunque en 1951 se vio obligado a exiliarse a México, siguió colaborando con la Resistencia vasca.