l chocolate con churros ha sido, a lo largo de casi el último siglo, la merienda por antonomasia. Capricho ocasional para muchos, degustación usual para algunos otros, la combinación del olor dulce de la espesa bebida con el de la masa frita activa en la memoria colectiva recuerdos de la infancia en los que se degusta una taza compartiendo un momento familiar. Hoy en día, las meriendas han ampliado horizontes, pero Donostia sigue albergando un templo del chocolate con churros que satisface tanto a la clientela habitual como a los turistas que van buscando la experiencia tradicional de la zona. Se trata de la Churrería Santa Lucía, ubicada en el número 6 de la calle Puerto de la Parte Vieja y que desde 1956 se ha convertido en uno de las cafeterías con más solera y tradición de la capital guipuzcoana.

La churrería, que actualmente regentan los hermanos Patxi y Javier del Orden, fue fundada por sus abuelos, Rufina y Julián, a mediados del siglo XX. Por aquel entonces, la pareja era dueña de tiendas de comestibles y bodegones en barrios como Martutene y Loiola. "La Parte Vieja tampoco era lo que es ahora", comenta Patxi; "se dieron cuenta de que no había negocios de este tipo y les pareció una idea factible de llevar a cabo", añade. Y así nació Santa Lucía, en un local alquilado cerca de la calle Mayor, frente al atrio de Santa María; dos décadas después, tras la muerte de Franco y a comienzos de la Transición, en el año 1976, se trasladó al local actual.

En esos comienzos en la primera ubicación, según cuenta Patxi, los ingredientes escaseaban y "no había mucho donde elegir". Todo, hasta un producto tan común como la harina, había que conseguirlo "a través de algún Ministerio". En una situación tan precaria, "la gente tampoco buscaba novedades" y "quería lo de toda la vida", por lo que el menú se componía de lo que se consideraba una merienda; un chocolate con churros, "a lo más, el que podía se permitía un bolado", recuerda este nieto de los fundadores. Para las nuevas generaciones que lo desconozcan, se trataba básicamente de azúcar en una forma parecida a un bollo, que se disolvía en agua y servía para acompañar con el chocolate. Una tradición que hoy en día se ha perdido, en parte "porque hay más variedad de cosas" y también porque "la gente se cuida más", en palabras de Patxi.

El tipo de clientela también era un reflejo de los tiempos. Como si de un ritual o tradición se tratara, los fines de semana, quienes se lo podía permitir acudían en familia a degustar esta merienda dulce. Gente de barrios como Intxaurrondo o pueblos cercanos como Pasaia, "obreros", para los que "ir a tomar un chocolate un sábado o un domingo era un premio". Así, "los maridos se iban a dar un paseo, a tomarse unos vinos, y las familias se quedaban aquí, con los críos, con la abuela, y pasaban aquí un rato o la tarde", rememora la tercera generación de los Del Orden que pasa por este negocio.

Pero, aunque no fueran las más asiduas, también había lugar para otro tipo de clientela, la de las mujeres de los militares importantes en la dictadura que vivían en Donostia y acudían en sus automóviles hasta el local. Allí, sin bajarse del vehículo, se les servía el desayuno y abandonaban el lugar, sin haber pisado siquiera el local.

Pasaron los años, la Churrería Santa Lucía pasó a la calle Puerto, se jubilaron Rufina y Julián y tomaron el relevo sus hijos, Julián y Daniel, que estuvieron al frente durante casi 40 años. Durante esa época, el negocio se ha ido adaptando a los tiempos y ha ido incorporando al menú "lo que la gente pide" y los dueños han visto que podía funcionar. En un momento dado, fue la bollería recién hecha, que antes se traía de un obrador, pero como se "solicitaba el bollo caliente", se decidió incluirlo así en la oferta. Después llegó el cambio de siglo y con ello el concepto de merienda cambió y hubo que adaptarse; ahí nació la parte salada de esta churrería, que hoy en día ofrece sándwiches, hamburguesas, patatas fritas y elementos que forman parte "del típico fast food" y que les funciona muy bien, especialmente en verano, ya que la clientela se lo puede llevar en cucuruchos para consumirlo en el exterior.

Y este cono es lo que se ha utilizado como base para poner en marcha la novedad de esta temporada de invierno; un cucurucho con el vaso incorporado y una rendija para una cucharilla o una servilleta, con la que poder transportar el chocolate y los churros con una sola mano, algo que "antes, era materialmente imposible", indica Patxi. Este invento "cómodo" ofrece otras opciones de consumo, que los turistas ya solicitaban pero que los locales no, al estar más acostumbrados "a entrar a un local y consumir dentro". Pero ahora, los tiempos de pandemia han abierto las miras. "No hay más que ver los fines de semana, que tenemos muchísima gente en la calle, esperando para consumir un cucurucho, cuando a veces hay sitio dentro del local y no lo quieren".

Y es que el público donostiarra es "muy conservador" y más reticente al cambio, a pesar de que Patxi reconoce que es la gente joven la que "viaja", "ve" y "termina solicitando ciertas cosas". Aunque todavía no se está en el punto de animarse a combinar helado con churros, como es habitual en China y el nieto de Rufina y Julián vio "hace no mucho tiempo" en dicho país. O con elementos salados, como "fiambres" o "foies", que ya unen en Barcelona. "Con el tiempo y una caña, seguramente, llegará aquí y tendremos que tocar ese palo también", admite.

La clientela, sin embargo, no se compone únicamente de donostiarras o guipuzcoanos. Patxi asegura que, en invierno, la gente conocida por los dueños supone un 60% del total; el otro 40% es gente que "pasa por la calle", entre los que se encuentran turistas de otros países, como Francia, los países nórdicos, Estados Unidos, Australia, Chile o Argentina, entre otros. En verano, el porcentaje se invierte.

actor de 'stranger things'

Dentro de esas visitas ocasionales, se han visto sorprendidos con caras conocidas, como actrices de la talla de Barbra Streisand o jugadores de fútbol, de los que Patxi no detalla nombres. También tienen una anécdota relativamente reciente, y es que el actor Noah Schnapp, que encarna al personaje de Will en la archiconocida serie de Netflix Stranger Things, estuvo en su local, mientras grababa una película en Biarritz, sin que los dueños lo reconocieran. Al rato, una marabunta de adolescentes entró a la churrería preguntando dónde se hallaba un nombre que a Patxi y Javier se les hacía del todo desconocido. Descubrieron quién era y que Schnapp había publicado en sus redes sociales su estancia, justo después de salir de la cafetería.

De cara al futuro, Patxi se muestra precavido, a la espera de ver cómo se desarrollan los acontecimientos relacionados con el covid. Una pandemia que obligó a cerrar a este "negocio a la vieja usanza" que estaba acostumbrado a tener las puertas abiertas los 365 días del año. Aunque confiesa que tuvo "su lado positivo" ya que "te das cuenta de que hay que parar un poco" y "ese parón sirve para plantearte que tienes una vida, cosas que hacer, aparte del trabajo constante". Sin embargo, llegó un momento en que les cansó; "te rompe la rutina" y "piensas que no vas a arrancar otra vez, que te estás quedando atrás y que, si esto va para mucho, igual monetariamente tampoco lo vamos a poder resistir". Pero siguen, ahora mismo habiendo dado fin a los ERTE recientemente y formando una plantilla de nueve personas, incluyendo a Javier y Patxi, debido al refuerzo por la época navideña, que llega a su fin y en la que se sigue y se seguirá conviviendo con las limitaciones de aforo. "Dependerá un poco de la gente, a ver", sentencia Patxi. Una clientela que forma parte de la receta para el éxito de la Churrería Santa Lucía, que no es otra que tener en cuenta "lo que la gente quiere e intentar dárselo dentro de tus posibilidades". Adaptarse, al fin y al cabo.

Cucurucho con vaso. Este artilugio, que según cuenta Patxi ya existe en otras ciudades, pero es nuevo en Donostia, consiste en un cono para churros, con un vaso incorporado para el chocolate y una rendija para guardar una cucharilla o una servilleta.

Con una sola mano. Esto añade practicidad al consumo de esta merienda en la calle, ya que permite trasladar todo el conjunto con una sola mano.

Un éxito. Son habituales las colas en los fines de semana para adquirir este cucurucho.