na familia vasco-uruguaya-catalana, un bar que ha marcado a sus vecinos más cercanos, el cierre del local ocasionado por el covid y una fiesta sorpresa entre lágrimas.

El coronavirus vuelve a golpear fuertemente al barrio de Gros, donde ha hecho que uno de sus bares más clásicos haya echado el cierre. Se trata del Txangai, ese local de la esquina de la calle José María Soroa con cerca de 40 años de vida. Los problemas económicos ocasionados por la crisis sanitaria han hecho que la familia que lleva casi tres años regentándolo tenga que echar el cierre

La dueña, Adriana Mass, no pensó que la decisión de abrir un bar influiría en la vida de tantas personas, como parece que ha sucedido.

Hace más de 20 años, Adriana, uruguaya de nacimiento y de padre catalán, decidió venir al País Vasco con su familia, aprovechando la doble nacionalidad. A pesar de todos los años que la familia vivió en Ondarroa, no fue hasta hace tres años cuando decidió abrir un bar en Gros. Aunque el establecimiento lo han llevado la madre y su hijo Mauro, durante los fines de semana también han ayudado su marido, su sobrino y su hija, que compaginaba la barra con el remo.

"Es una familia extraordinaria y nos sentimos muy agradecidos de tenerla con nosotros". Lourdes, vecina del edificio de enfrente del bar, únicamente tiene buenas palabras para estas personas que durante el confinamiento hicieron tanto por los vecinos. "A algunos que tenían problemas de movilidad, les llevaban la comida y no les cobraban. Siempre han tenido muchos detalles con la gente", cuenta Lourdes.

Aunque no han estado muchos años en Gros, han dejado huella, como cuentan los habituales, que se han sentido parte de la familia del bar.

Por ello, a pesar de la mala noticia del cierre, los clientes no iban a dejar que Adriana cerrase el bar como si de cualquier día más se tratase. El domingo pasado se acercaba la hora del adiós hacia las cuatro de la tarde y ocurrió algo que la dueña del negocio ni imaginaba.

Al son de un acordeón, los amigos del Txangai comenzaron a acercarse al bar en el que tanto tiempo habían pasado. De un momento a otro el gentío rodeó el local y la fiesta no hizo más que comenzar.

Fue una fiesta sorpresa que no cesó hasta el comienzo de la noche. Tras el acordeón, a las seis de la tarde otros tres intérpretes animaron el ambiente con música jazz. Se trató de una tarde para recordar.

Unas 50 personas se acercaron hasta el local con obsequios para la familia, como una tarta típica de su país de origen, que disfrutaron todos los presentes; unos minerales, que tanto gustan a Adriana, y flores. La fiesta terminó entre lágrimas por parte de muchos de los asistentes.

"No me lo creía, fue increíble la que se organizó allí", recuerda Adriana, emocionada aún con la celebración. Reconoce que desde el inicio su familia tuvo "una gran acogida" y añadió que en todo este tiempo se ha sentido tan "querida" que ha querido ser parte del barrio a pesar del cierre y se ha mudado a Gros con su familia.

"Aunque ese bar ha cerrado varias veces a lo largo de los años, la única vez que se ha montado este sarao ha sido esta vez", resalta Lourdes, a la vez que cuenta cómo organizó la despedida. "Cuando me enteré de que cerraba el bar quise hacer una tarta, porque siempre se me ha dado muy bien la repostería, y al comenzar a hablar con otros vecinos que también les iban a hacer algún detalle pensé que sería buena idea hacer algo especial todos juntos", explica.

¿Y ahora qué? A esta pregunta Adriana responde sin miramientos: "Me han ofrecido varios trabajos, pero quiero hacer el curso de auxiliar de geriatría porque es lo que en realidad me gusta. Mientras, me buscaré la vida con cualquier cosa".