as panaderías, a pesar de tener permiso para trabajar durante estos días de confinamiento, están sufriendo los efectos de la situación en primera línea y aunque el pan es un alimento que se come a diario, empieza a ser un producto que se compra cada varios días, según señalan algunas panaderías de Donostia.

La popular panadería Galparsoro, de la calle Mayor, ya no luce sus características colas apretadas y largas. Estos días pueden ser largas, pero por el espacio que debe existir entre los clientes, que se han reducido notablemente, según explica el gerente de la empresa de más de 20 trabajadores, Mikel Galparsoro.

"Para nosotros esto está teniendo unos efectos catastróficos", dice el responsable. "Lo más rentable sería hacer un ERTE porque la venta ha disminuido un 50% pero los ingresos mucho más, un 70%, ya que gran parte de nuestros clientes son bares de la Parte Vieja, que ahora están cerrados", explica el responsable. "Y los clientes que vienen a diario de otros barrios a por el pan ahora no pueden desplazarse hasta aquí", recalca.

No obstante, añade que "por responsabilidad", la empresa no se plantea llevar a cabo un expediente de regulación temporal ahora. "Lo más fácil sería cerrar pero la gente estaría sin alimento y tenemos que pensar también en el bien común de nuestros clientes", señala. "Es una gran responsabilidad", añade.

Galparsoro explica que, en el caso de su empresa, se ha dividido la plantilla en dos y se han hecho turnos con el fin de garantizar que se siga trabajando en caso de que hubiese alguien enfermo. El responsable recuerda que "aunque se diga que el suministro alimentario está garantizado, solo lo está si hay alguien que lo fabrica, no solo porque circulen los camiones", recalca. Esta tienda, además, vende también online.

La situación de otras panaderías donostiarras es similar. Sin ir más lejos, otra clásica de la ciudad, Marquet, de la calle Secundino Esnaola, de Gros, también nota los efectos de la situación. "Está claro que se vende menos de la mitad", dice Amaia, una de las dependientas, que explica que, como otras tiendas similares, solo abren ahora por las mañanas. "Notamos también que la gente empieza a comprar el pan para varios días", dice la dependienta que explica que atienden con guantes y mientras una de ellas entrega el pan la otra se encarga de cobrar.

En The Loaf, con obrador en Astigarraga y varias tiendas tanto en Donostia como en Irun, Errenteria y Zarautz, la situación derivada del COVID-19 también se está dejando notar especialmente. "El sábado antes del confinamiento, mucha gente vino a comprar gran cantidad de pan y se nos terminó, Ahora, al contrario, la gente viene a por lo justo, aunque algunos sí que compran varias hogazas, que se mantienen mucho tiempo y son muy buenas para congelar", explica la trabajadora Nerea Sarriegi. "Lo que está más difícil es lo dulce. Tratamos a animar a que se compre, pero está complicado", admite la dependienta.