a reconstrucción de la casa del historiador Esteban de Garibay, el quiosco de música, una plaza de abastos de hierro y cristal y unas escuelas donde por primera vez los niños y las niñas se educaron en un edificio pensado exprofeso para la infancia, así como la dotación de 200.000 pesetas de la época para costear el sueldo del maestro y la maestra (el inmueble albergó, asimismo, una escuela de dibujo, el primer centro educativo profesional de la villa) son algunos de los frutos de la largueza del filántropo mondragonés Pedro de Viteri (1833-1908), que en sus últimos años invirtió enormes sumas de dinero en proyectos altruistas y ligados a la educación.

A los tres años de su fallecimiento, el pueblo de Mondragón plasmó su agradecimiento con la inauguración de un monumento dedicado a Viteri, que se erigió en los jardines situados frente a su fundación escolar. Sin embargo, los posteriores planes urbanísticos para la zona arrasaron tanto con la citada escuela, que fue derribada en 1968, como con la estatua de su fundador. Esta última, en su destierro acabaría presidiendo el jardín de la plaza Alfonso X El Sabio, su actual ubicación en el Grupo San Juan.

El pasado 25 de agosto se cumplieron 50 años desde que la pieza escultórica fuera desalojada de su morada. Una efeméride que la asociación Arrasate Zientzia Elkartea (AZE) no ha querido pasar por alto. Lleva tiempo, además, reivindicando el regreso de este monumento al espacio que le corresponde en la avenida que lleva el nombre del eximio filántropo mondragonés: el jardín que atraviesa el trayecto de Zaldibar a la plaza Biteri, entre el Grupo San Juan y las casas de Roneo. Un regreso a su lugar original al que se oponen algunos vecinos, que después de tanto tiempo sienten como "suya" la estatua en su actual emplazamiento.

El proceso de construcción del monumento a Viteri fue "bastante azaroso" como recuerdan los miembros de AZE. La iniciativa partió del Ayuntamiento, aunque se solicitó la colaboración de otros municipios favorecidos por las acciones del filántropo y de la Diputación de Gipuzkoa que "se negó rotundamente". "Hubo que recurrir a la suscripción popular debido a su alto coste económico", explican desde AZE.

La elección de los escultores tampoco fue sencilla. "Después del encargo al atxabaltarra Isidoro Uribesalgo y la recepción de la propuesta de Manuel Martínez de Ubago, se convocó un concurso público en 1910, no exento de polémica. El fallo del jurado adjudicó la obra al proyecto Gratitud, de los escultores que se hallaban trabajando en la catedral nueva de Vitoria: Juan Piqué, Emilio Molina y José Riu", detallan desde AZE.

Cuando ha pasado más de un siglo de su inauguración la escultura se encuentra en estos momentos muy deteriorada. "Han desaparecido los escudos, las letras de bronce, las inscripciones, fragmentos enteros se han desprendido para siempre", advierte la asociación de ciencias arrasatearra para quien es "urgente su restauración y puesta en valor". AZE argumenta, a su vez, que su ubicación en el Grupo San Juan "no contribuye a recordar a los descendientes de aquellos que la sufragaron quién fue aquel hombre y la trascendencia de las escuelas en el devenir de la villa".