Irun se despide del kiosco de la plaza del Ensanche
Su actual responsable, Raquel Gonçalves, reconoce que la caída de las ventas tras la pandemia le ha llevado a tomar esta decisión
Durante veintisiete años, la visita al kiosco de prensa de la plaza del Ensanche ha sido una rutina compartida porcientos de irundarras. Lamentablemente, el 31 de diciembre dejará de serlo, ya que ese día Raquel Gonçalves cerrará para siempre el negocio del que tomó las riendas el 2 de enero de 1999 y que ha marcado buena parte de su vida. La caída progresiva de las ventas, agravada tras la pandemia, ha terminado por forzar una decisión que llevaba tiempo madurando.
El final no ha llegado de golpe. Durante años, Raquel resistió los cambios en los hábitos de consumo y la llegada de internet, que redujo progresivamente la venta de prensa en papel. Aun así, el negocio continuaba dando sus frutos. “La gente empezó a consumir menos, pero nos manteníamos sin problema”, explica. El punto de inflexión llegó, no obstante, con la pandemia. “El Covid nos hizo polvo”.
El cambio en la clientela resultó evidente. Las personas mayores, principales consumidoras de periódicos y revistas, fueron dejando de acudir al kiosco. “Mucha gente se fue muriendo, muchas personas mayores, que son las que todavía compran la prensa”, afirma. A ello se sumó la desaparición de escenas habituales, como la de abuelos y abuelas que se acercaban al kiosco con sus nietos o nietas para comprarles revistas infantiles, cromos y otros artículos. “Eso se seguía haciendo aún, pero ahora o los abuelos ya no están, o no están en condiciones”.
Desde entonces, las ventas han seguido una tendencia a la baja, y Raquel asegura que cada vez le resulta más difícil sostener el negocio. “Ves que baja y baja, y no ves salida”. Y pese al esfuerzo diario, las posibilidades de revertir la situación son limitadas. “Yo no puedo hacer nada para que las ventas aumenten, más que estar aquí los siete días de la semana”. Con todo, admite que hay jornadas con mejores resultados, pero no es lo habitual. “Es un día sí y cuatro o cinco que no”.
Por todo ello confiesa no tener ganas de seguir luchando. “¿Alargar más para qué? Ya no me apetece", cuenta. Y aunque la concesión municipal del kiosco finalizó el pasado mes de mayo y desde el Ayuntamiento le ofrecieron la posibilidad de continuar hasta que el espacio vuelva a salir a subasta el próximo año, Raquel cerrará el negocio el próximo miércoles, 31 de diciembre.
Una clientela fiel
Tras asumir el inevitable final, Raquel mira hacia atrás para repasar las casi tres décadas que ha pasado ligada al kiosco. Cuando empezó, en 1999, no tenía ninguna experiencia en el sector. “No habíamos tenido ninguna relación previa con este mundo”. Ella trabajaba de forma esporádica en una tienda y su marido tenía su empleo, pero decidió coger el relevo de la anterior propietaria y probar suerte.
El kiosco y su entorno eran muy distintos entonces. La estructura original era más pequeña y completamente acristalada. “Era todo cristal, y se veía todo el escaparate”, lo que permitía que las novedades que se colocaban cada día pudieran verse desde fuera. También la plaza del Ensanche ha cambiado muchísimo. En aquel entonces los coches circulaban entre el paseo Colón y la calle Cipriano Larrañaga. “Había un semáforo junto al kiosco y mucha gente aprovechaba cuando estaba en rojo para bajar del coche y rápidamente comprar el periódico”, relata. La posterior peatonalización del entorno también se dejó notar en las ventas.
Durante aquellos primeros años la rutina de Raquel comenzaba muy temprano. A las cinco y media de la mañana abría el kiosco para colocar la prensa antes de que llegaran los primeros clientes. Un trabajo sin duda sacrificado, pero que su responsable ha realizado con muy buena voluntad, principalmente gracias a una clientela fiel.
"Un diez sobre diez"
Ese vínculo es, precisamente, lo que más le duele dejar atrás. “Ya no es sólo el kiosco, es el contacto con la gente. En veintisiete años he conocido a personas con las que, de otro modo, nunca habría cruzado palabra”. Una de las frases que mejor resume esa relación se la dijo un cliente tras conocer la noticia del cierre: “¿Con quién voy a confesarme yo ahora?”.
Si tuviera que valorar esta etapa, no duda: “10 de 10”. La razón es clara. “Tengo una clientela majísima, que ha sido muy fiel, y que son todos unos amores. Si he estado aquí tanto tiempo es por ellos”. También con ellos atesora infinitas anécdotas. “Recuerdo que cuando iban a remodelar el paseo Colón o Luis Mariano, no sé cuál de los dos, entró un camión en la acera de enfrente para descargar la maqueta de lo que iba a ser la obra. Y todo el mundo me preguntaba a mí a ver qué estaba pasando. Al final puse un cartel diciendo que no sabía nada, para que dejaran de preguntarme”, relata entre risas.
"Creo que sentiré mucha morriña"
Ahora que se enfrenta al cierre definitivo, reconoce que los últimos días los está viviendo con nervios y estrés, debido a las tareas pendientes. Pero sabe que la nostalgia llegará cuando eche la persiana por última vez. “Creo que sentiré mucha morriña”.
Mirando al futuro, por ahora no cuenta con planes a largo plazo. Todavía no tiene edad para jubilarse, pero sabe que primero quiere pasar una temporada tranquila: “Y después ya veré”.