Hoy en día todos llevamos un aparato que nos permite hacer fotografías en cualquier momento y lugar. La fotografía es algo cotidiano. Pero antaño no era así. Solo unos pocos tenían los aparatos necesarios y sacar fotografías era algo costoso. Los fotógrafos iban de pueblo en pueblo y sacarse una fotografía era algo muy solemne. En Legazpi están recordando aquellos tiempos, con una sesión de fotografía del azkoitiarra Jon Andoni Martin. Además de hacer fotos del pueblo con la técnica del daguerrotipo, está realizando retratos de los vecinos que se animan a posar, utilizando la técnica del colodión húmedo

Ha montado su laboratorio y su estudio en la plaza. Con esas y otras fotografías realizará una exposición en la peluquería Joan Kruz y en el bar Katilu desde el 12 de mayo hasta finales de junio. Posteriormente, los retratos realizados serán regalados a la ciudadanía y el Ayuntamiento de Legazpi también recogerá los daguerrotipos realizados.

La técnica fotográfica del colodión húmedo fue descrita por Gustave Le Gray y sintetizada finalmente en 1851 por Frederick Scott Archer. Supuso quizás la primera gran revolución democratizadora en el mundo de la fotografía, por la que ésta se hizo accesible al gran público frente a otras técnicas como el daguerrotipo, más caras y peligrosas.

Martín, con una de sus fotografías. Tere Madinabeitia

Aun así, es una técnica que, a diferencia de nuestros móviles y dispositivos digitales, tiene tanto que ver con la artesanía y la alquimia como con la propia fotografía. El fotógrafo es el encargado de todo el proceso, desde acondicionar el medio hasta mezclar los químicos que intervienen en el desarrollo de la placa, controlando en todo momento que se den las condiciones ambientales para que esa efímera conjunción de elementos químicos haga su trabajo.

Un proceso artesanal

El proceso comienza con el vertido del colodión, que hará las veces de película fotográfica, sobre la placa de aluminio o vidrio. Posteriormente se sumerge unos minutos la placa, ya emulsionada, en un baño de nitrato de plata, que reaccionará con las diversas sales suspendidas en el colodión y convertirá a la placa en fotosensible. Una vez que se ha obtenido el material sensible, se introduce la placa en un chasis, ya en condiciones de oscuridad, que será el que se cargará en la cámara.

Después, el fotógrafo se concentra en tomar la foto, para lo cual se necesita una exposición de varios segundos, en los que la persona retratada debe permanecer quieta. Acto seguido, se extrae el chasis de la cámara para llevarlo al laboratorio, donde pasará por las tres fases del revelado clásico y dará el resultado final, que aún deberá ser cuidadosamente lavado, secado y barnizado antes de adquirir sus longevas propiedades.

Tanto las cualidades estéticas de la fotografía de colodión, increíblemente detalladas, como el particular proceso artesanal y las imperfecciones que conlleva, convierten a estos retratos al colodión en objetos únicos, virtualmente inimitables y con un valor intrínseco que va más allá de los materiales y del tiempo empleado en conseguirlos.

Hacerse un retrato al colodión es la experiencia de ver el proceso fotográfico tal como fue concebido en sus inicios. Pasar de sus materiales esenciales (luz, plata y tiempo) a un producto que es más que la suma de sus partes. l