Janire Basurto, licenciada en Psicología y máster en Trauma Infantil y Psicología Clínica, cuenta las claves del proyecto puesto en marcha por el Ayuntamiento de Azpeitia para dar respuesta a un tema al que nadie es ajeno: las relaciones en el seno de la familia.
¿Dónde radica el origen del servicio?
Nace para dar respuesta a una necesidad que se había detectado: la falta de un espacio al que los padres y las madres puedan acudir a consultar y exponer dudas y preocupaciones relacionadas con sus hijos. El Ayuntamiento de Azpeitia hizo una apuesta por este servicio y decidió ampliarlo también a los adolescentes, ofreciendo a los jóvenes de entre 16 y 18 años un lugar para plantear sus inquietudes y problemas. Además, en este caso no tienen porque venir acompañados de sus padres, sino que pueden venir solos.
¿Qué se encuentran las familias que recurren a este servicio?
Tras escuchar los problemas que nos plantean, tratamos de aclarar dudas y establecer estrategias y pautas de comportamiento que ayuden a ordenar la situación que preocupa a la familia en ese momento. No siempre es necesario un problema grave para acudir; muchas veces, con un cambio de perspectiva o de pautas de comportamiento la convivencia mejora notablemente.
¿Cuáles son las causas de preocupación de las familias a la hora de anirmarse a dar al paso y acudir en busca de ayuda?
La problemática es variada, pero muchas preocupaciones de los padres con niños pequeños están relacionadas con la falta de tolerancia a la frustración, que se refleja en forma rabietas, por ejemplo. Los padres se preguntan: ¿Debo ser más comprensivo o más estricto? ¿Premiar o castigar? También nos consultan sobre la autoestima de los niños, tanto a nivel social como académico. En la adolescencia, los problemas de relación con sus iguales y con la familia es otro de los temas que hemos abordado con asiduidad en los encuentros que hemos llevado a cabo a lo largo de este año.
Inicios titubeantes
El servicio tuvo unos inicios titubeantes, con cuatro sesiones el primer mes, pero esta situación ha cambiado y en un año han celebrado más de 100 reuniones con padres y adolescentes. ¿A qué se debe esa mayor aceptación?
Existen varias razones. Una de ellas era el desconocimiento del servicio, el no saber con quién te ibas a reunir o en qué consiste. Otra razón es que muchas veces pensamos que somos los únicos que tenemos un problema, que lo que nos preocupa a noostros es algo ajeno a otras familias. Sin embargo, cuando las personas hablan de lo que les afecta y descubren que hay más casos similares, comienzan a normalizar la situación. Además, cuando alguien cercano les recomienda el servicio porque les ha sido de ayuda, empiezan a verlo como una opción válida y se animan a acudir.
¿Qué presencia tienen las redes sociales en los encuentros que han abordado?
Las redes sociales están presentes en la vida de todos, tanto niños como adultos. Al margen de otros contenidos, ofrecen una imagen irreal de vida: desayunos perfectos, viajes idílicos,… Eso genera sentimientos de inseguridad y frustración, y fomenta la necesidad de aparentar. Los padres son conscientes de los riesgos, pero temen que sus hijos sean los “raros” de la cuadrilla si les restringen el acceso a las redes sociales. El reto está en encontrar el equilibrio y los límites adecuados.
Perfil de usuario
¿Hay un perfil concreto de usuarios del servicio en relación al género en el caso de los adolescentes?
Son mayoritariamente las chicas quienes acuden al servicio. Entiendo que se debe al rol de la mujer y a su capacidad para expresar sentimientos. Las chicas tienen menos prejuicios a la hora de pedir ayuda, y los chicos pueden verlo como un signo de debilidad. Esta tendencia también se da en adultos. Son las madres quienes acuden al servicio de orientación familiar en la mayor parte de los casos. Cuando vienen padres, por lo general, lo hacen como acompañantes de las madres.
Uno de los aspectos más destacados del servicio es su apuesta por la cooperación con otras entidades vinculadas de una u otro manera a niños y jóvenes. ¿De qué forma se desarrolla esa cooperación?
El trabajo en red es fundamental. Centros docentes, Osakidetza y servicios sociales desempeñan un papel clave. Profesores, pediatras, médicos y trabajadores sociales pueden detectar situaciones problemáticas en niños y adolescentes y derivarlos al servicio para recibir asesoramiento y apoyo. También se puede dar el caso contrario y remitir a niños y adolescentes desde este servicio a esos otros que forman parte de la red en algunas situaciones concretas con el permiso de los padres.
Para concluir ¿cómo animaría a la gente a acudir al servicio de orientación familiar?
Este servicio pretende ser, en primer lugar, un espacio en el que padres, madres y adolescentes puedan exteriorizar sus preocupaciones. Es importante que se den prioridad a sí mismos y se sientan cómodos para expresar su malestar. Debemos humanizarnos y entender que todos necesitamos ayuda en algún momento. No hay personas ni familias con una vida perfecta. De hecho, no vivimos en un mundo perfecto, y no debemos tener miedo ni vergüenza de pedir apoyo cuando lo necesitamos. El servicio de orientación familiar está para ayudar.