El director del documental ‘Vidas irrenovables’ Francisco J. Vaquero acercará las claves de un trabajo que refleja la otra cara de la apuesta por las políticas de la sostenibilidad y la lucha por el cambio climático a los asistentes al encuentro que Sañu Bizirik ha organizado en el teatro Soreasu de Azpeitia el próximo jueves, a las 19.00, y que tiene como ejes la industrialización del medio natural y el entorno rural, y la forma en la que afecta a las personas que lo habitan
¿Cómo se ha gestado el proyecto que ha dado como resultado el documental que va a presentar Azpeitia?
Somos de un pueblo de Badajoz llamado Cabeza de Buey, situado en la comarca de La Serena, y tenemos un sensibilidad especial hacia el entorno rural en el que hemos crecido. De hecho, creamos la productora Metáfora Visual hace 11 años como una herramienta para poner en valor las formas de vida del mundo rural y también para denunciar atropellos como el que tratamos en este último trabajo. Nuestro primer documental lleva como título Ganado o desierto, y se centra en el mundo de la ganadería y el papel que su correcta gestión puede tener en la regeneración de los ecosistemas. Funcionó muy bien. Cuando terminamos de mover la película y promocionarla, nos llamó la atención la proliferación de noticias centradas en el despliegue de proyectos de energías renovables a lo largo y ancho del país, sobre todo cuando empezaron a escucharse voces que señalaban todo no era tan idílico como se nos contaba.
En principio, no parece que haya nada negativo en querer frenar el cambio climático y aplicar medidas para conseguirlo.
Al igual que todo el mundo, nosotros también compramos la idea de las energías renovables como respuesta al cambio climático. En Extremadura hay muchos proyectos de este tipo, pero ninguno de ellos estaba ubicado en nuestra comarca cuando iniciamos el trabajo de grabación de Vidas irrenovables. Este hecho nos hacía ver este tema desde la distancia, aunque la verdad es que ahora no es así, pues hace poco se ha dado a conocer un proyecto para la instalación de un parque eólico en nuestra comarca. El caso es que periodistas especializados en temas económicos nos dijeron que las energías renovables tenían consecuencias no deseadas y que, además, eran un negocio del que solo se beneficiaban las empresas. Decidimos investigar qué había de cierto en ello y comprobamos que había tema para empezar a trabajar.
"Hemos visitado proyectos de parques eólicos y aerogeneradores por toda la península para mostrar que es un problema de Estado"
¿Qué fue lo que les convenció de dar forma de documental a todo lo que estaban viendo?
Cuando empezamos a recabar información y a visitar diferentes lugares en los que se están llevando a cabo proyectos de instalación de paneles solares y parques eólicos que ocupaban enormes extensiones de terreno, nos llamó la atención cómo afectan a las formas de vida y a los sentimientos de las personas que habitan en esas zonas, más allá de las consecuencias para el ecosistema, que también son importantes. Comprobamos que están destrozando modos de vida que sí son sostenibles de verdad. Se habla de incentivar y potenciar el mundo rural, pero lo que se hace con estos proyectos es machacarlo.
Hay una corriente de opinión que considera que la oposición a estos proyectos en el medio rural es por falta de sensibilidad hacia la preservación del medio ambiente.
Sucede justo lo contrario. No todo el mundo lo hace bien y hay cosas que mejorar en el campo, tanto en la agricultura, como en la ganadería y el turismo rural, pero por norma son las personas del campo quienes han mantenido y conservado el medio. Pensamos que ese monte o ese bosque por el que caminamos se ha generado y se conserva solo, y en muchas ocasiones no es así: es fruto de una interacción entre humanos, animales y plantas. Es una conservación consciente de unas personas que viven del medio en el que habitan y que son las primeras interesadas en protegerlo. El ecosistema se ha mantenido gracias a las personas y a un conocimiento ancestral transmitido de generación en generación. Es algo valioso que se está perdiendo, entre otras cosas, por la industrialización del campo con paneles solares y aerogeneradores.
La grabación les ha hecho recorrer miles de kilómetros para mostrar una visión general del problema. ¿Están satisfechos con el resultado?
–Hemos estado en Pontevedra, Zamora, Burgos, Badajoz, Zaragoza, Teruel, Toledo, Guadalajara, Almería y Málaga. En el País Vasco hemos contado con la participación de Álvaro Campos, un profesor universitario que desarrolla su actividad en el ámbito de la energía y colabora con otras provincias intentando poner algo de cordura en este despliegue. La razón de visitar tantos lugares y proyectos repartidos por toda la península ha sido la de demostrar que estamos ante un problema de Estado.
"Llama la atención el dolor de gente honrada que solo pretende que les dejen vivir donde han querido y como han querido"
¿Qué huella le ha dejado a nivel personal la grabación del documental?
Lo que más llama la atención es ver el dolor de las personas, gente honrada que solo pretende que les dejen vivir donde han querido y como han querido. Les están expropiando sus tierras e impidiendo llevar a cabo las labores que vienen haciendo toda su vida. Hay sensación de abandono, dolor, dramas y conflictos familiares y vecinales que comienzan cuando llegan las empresas a una zona determinada con su proyecto. Hablan con unos y con otros, hacen ofertas, surgen rumores y discusiones que rompen la armonía de los pueblos. Además, se sienten desamparados frente a una administración que se ha puesto del lado de la industria.
¿Cuál es la postura de la administración y las empresas ante las protestas de los vecinos que se oponen a ellos?
No hemos acudido a las administraciones superiores ni a las empresas en este documental. Intentamos hablar con las administraciones locales, y solo una alcaldesa accedió a intervenir en la película Al ver el escaso eco mediático que tenían las personas que se oponen a estos proyectos, sobre todo en los medios nacionales, decidimos darles voz para que nos ofrecieran su punto de vista en esta mal llamada transición ecológica.
¿Considera, entonces, que la transición ecológica no va a conseguir los fines que persigue?
Se ha fabricado el mensaje de que frente al cambio climático no hay otra salida que el impulso de las energías renovables, y que cuanto más rápido y mayor sea el despliegue, más rápido se frenará. Pero lo que estamos viendo es justo lo contrario. Si algo puede mitigar una crisis ambiental es tener una naturaleza fuerte y viva, no una naturaleza arrasada por paneles solares y aerogeneradores.
¿Cuáles serían a su modo de ver los cambios necesarios para frenar el cambio climático?
Es un tema de enorme complejidad y de difícil solución. Nadie tiene una varita mágica. Hay alternativas: la apuesta por el autoconsumo en hogares e industrias; la generación de energía en zonas próximas al lugar en el que se necesita, dejando a un lado esos grandes proyectos industriales que destrozan áreas inmensas; el fin de la obsolescencia programada: una política acertada de reciclaje;... Pero, sobre todo, es necesario contar con la ciudadanía, escuchar a los vecinos afectados y buscar emplazamientos con el menor impacto posible tanto en el ecosistema natural como en la vida de las personas.